lunes, 7 de noviembre de 2011

Fin y Principio.

Los más fieles ya lo sabéis y al resto os lo cuento ahora: Después de quince años, esta temporada "La Librería" descansa. Pienso que es bueno reposar unos meses, tomar aire y volver más ilusionados y más despiertos. Cientos de entrevistas y de comentarios, de libros, de cuentos, de películas, de cuadros, de canciones, de recetas, de poemas, nos han permitido madurar como personas y como creadores, nos han hecho mejores y más felices. Gracias a todos por leer y por mirar, entregados y cómplices, este blog. Gracias por compartir con nosotros vuestro amor por las historias. Con el programa de radio en stand-by, dejamos también inactivo este blog hasta que el programa regrese a las ondas. Sin embargo, la necesidad de crear nos lleva a Nono Granero y a un servidor a abrir un nuevo blog dedicado exclusivamente a la narrativa y a la ilustración. La dirección del nuevo blog es ésta:
Cuentos, relatos verticales, que unas veces manchan y otras veces limpian la pantalla del ordenador. Ahí estamos. Os prometemos "uno a la semana". Ganas hay, esperemos que las fuerzas nos acompañen.
Luis Foronda.

lunes, 11 de julio de 2011

3 historias para terminar.


El final.
-Mira – le digo - Cuatro mil seiscientos millones de años de vida y aunque todavía le queden otros cinco mil millones, hay que joderse, porque el tiempo pasa volando y antes de que nos demos cuenta se habrá apagado para siempre.
-¿Qué se va a apagar, hombre, - me contesta- qué se va a apagar?
-Pues todo su principio y todo tiene su final, - le digo - para que lo sepas.
Pero ella no me hace caso, estira su cuerpo sobre la arena, el infinito se marca en sus gafas negras, sonríe y enseña al cielo su sonrisa. Unas gotas de sudor se deslizan lentísimamente por su frente. Yo, sentado a su lado, no dejo de mirarla, suspiro un poco, levanto mi mano de la toalla y con el dedo índice deslizo hacia abajo el tirante de su bañador.
-El Sol no se apagará nunca, hombre – dice- ¿No te das cuenta?
La beso. Tiene razón –pienso- nunca, nunca, nunca.
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Todo empieza, todo se termina.
Tranquila: Todo empieza, unos instantes de miedo y todo se termina.
Cuando le preguntaba a mi madre sobre sus recuerdos de la guerra civil, ella siempre me contaba la misma historia: Que era una niña y que, despreocupada y alegre, un mañana de sol sacudió las sandalias en la era, chocándolas entre sí y que al ruido, Coronel, el toro manso, se espantó y se fue hacia ella, que la enganchó por la falda y la arrastró varios metros. Que su padre, mi abuelo, con su voz de boyero, llamó desde lejos al toro por su nombre y que éste, al oírlo, se paró. Y que su padre, mi abuelo, se le acercó corriendo, la levantó del suelo y le preguntó si le había hecho daño. Y que ella negó con la cabeza, muy seria. Y que después estuvo tres años llorando, sin que él lo supiera. Que todo empieza. Que todo se termina.
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Adiós.


Marcelo Bay tenía un problema con las despedidas: Nunca sabía qué decir. Se tragaba la palabra adiós y los adioses engordan mucho. Cuando se dicen llenan el aire de plomiza melancolía, pero cuando se callan se agarran a los michelines. Marcelo Bay engordó mucho de adioses que le provocaron hipertensión arterial, diabetes, colesterol elevado, síndrome varicoso y artrosis. Cuando volvió del hospital, su novia, a la que no había podido dejar pese a desearlo, sus empleados a los que nunca supo despedir y sus pesados amigos de los que jamás pudo desprenderse, lo recibieron con un hola gigantesco. El agobio del reencuentro le produjo un amago de infarto que lo colocó a un paso de la muerte. Sus allegados se reunieron para darle la despedida, pero al llegar a su cama, el muy ingrato ya se había ido, sin decir adiós.
- Que raro, ¿no notas en el aire como una sensación de plomiza melancolía?
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.

domingo, 19 de junio de 2011

El arma perfecta


En el 36, durante el saqueo que se produjo a la librería Libertaria, el iletrado y un poco bruto Zacarías Castaño robó por azar el primer tomo de “El capital” de Carlos Marx, porque era gordo, tenía la tapas duras y le iba a quedar de maravilla en su estantería nueva. Lo cogió, se lo colocó en el sobaco y salió corriendo. Ni sabía de qué trataba, ni se preocupó de enterarse. Ni siquiera lo abrió. Acabada la guerra, un conocido falangista que gustaba de tomar café en casas ajenas, descubrió el libro en la estantería de Zacarías Castaño, se escandalizó, lo denunció y se encargó de que cayera sobre él toda la furia del Régimen. Entre los cargos que Zacarías Castaño escuchó estupefacto en el juicio estuvieron los de anarquista, comunista, agitador, revolucionario y desafecto a los sagrados valores de la patria. Total 10 años de cárcel por un maldito libro. Años tristes en la cárcel húmeda, sombría y pobre de Soria, que lo volvieron resabiado y taciturno.
Pero ya dice el refrán que si por un libro entras a la cárcel, por otro sales de ella.
El libro que sacó de la cárcel a Zacarías Castaño se lo facilitó su compañero de celda que se murió y lo dejó sin terminar. Se titulaba “El romancero hispánico” de Menéndez Pidal, cuyo simple título ya sonaba a arma arrojadiza. Zacarías Castaño, tomó el libro del catre de su compañero, lo sopesó con una mano y calibró sus posibilidades destructivas. Era un arma silenciosa, dura, pesada, resistente, discreta y hasta respetada. Desde aquel día no se deshizo del volumen ni un momento y todos, carceleros y presos, pensaron que de repente a Zacarías Castaño se le había presentado la Virgen. Hasta que una noche el vigilante de su celda, al ir a cerrarle la puerta recibió el soberano impacto del libro en medio de la frente y cayó desplomado. Zacarías Castaño, recogió el libro y se fue abriendo paso en silencio por los pasillos a librazo limpio. Accedió al patio y antes de que el último carcelero descalabrado adivinase sus intenciones, Zacarías Castaño ya había saltado el muro y corría calle abajo como alma que se lleva el diablo.
Y aunque siempre se sintió un hombre perseguido, Zacarías Castaño intentó rehacer su vida fuera de la cárcel de la manera más discreta que pudo. Se casó y pasó sus últimas tardes con Teresa. Tuvo un hijo que se le fue a la isla del tesoro y que no volvió. Ahora, ya viejo y solo, agarra de vez en cuando el tomo de “El romancero hispánico”, de la estantería, lo tantea, lo mira y a veces le dan intenciones de abrirlo a ver qué pone. -“El arma perfecta”-, piensa. Y lo coloca de nuevo sin leerlo.
Un día, cuando más sólo y más desesperado esté, se encontrarán a Zacarías Castaño, sentado en el sillón, con la cabeza abierta.
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.

viernes, 10 de junio de 2011

El cielo español


Hablando de pájaros, me viene a la memoria la historia de Paloma, sí hombre, Paloma, la muchacha que huyó del pueblo, la que se fue a Madrid de cantante, porque quería volar y los cielos estrechos de La Loma la ahogaban tanto. Paloma, la que extendió sus alas y voló de un local a otro, cantando el blues que tanto le gustaba, como una artista (pobre) del Cotton Club (pobre) del Madrid (pobre) de los años cincuenta. Hasta que la descubrió un cazatalentos, que se la presentó a Avelino Cornejo, el productor de cine, que le cambió el nombre por el mucho más sonoro de Dulce Paloma y que la hizo famosa con sólo dos películas, como estrella de la copla naturalmente, porque era guapa, morena, española y con buena delantera …y eso del blues era cosa de negros y de maleantes, ...tan lejos de España. Y durante algunos años Dulce Paloma conquistó los corazones de millones de españoles que admiraron su arte y su tronío tanto en la pantalla como en los escenarios. Pero en lo más alto de su fama, en medio del rodaje de “El cielo Español” y tras fuertes discusiones con Avelino Cornejo y con el director de la película, Dulce Paloma, que no era pájaro de jaula, desplegó sus alas y se fue volando. Después de cuatro meses sin dar señales de vida, lo más siniestro de la producción del cine patrio organizó una batida, la encontraron haciendo vuelos acrobáticos, la abatieron, le cortaron las alas y la obligaron a terminar la película. La cinta fue un fracaso porque "en vez de melodiosos cantos estaba llena de graznidos", según la crítica. O sea: Una forma de dulce venganza de la ya sentenciada artista.
No hubo necesidad de matar a nadie, tan sólo dejar pasar el tiempo y esperar a que se olvidaran de ella. No hubo siquiera necesidad de buscarse unas alas nuevas, simplemente tuvo que coger un barco. Ahora es vieja y negra y maleante y canta blues en el Cotton Club, calle 125, Harlem, Nueva York. ...Tan lejos de España.

Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.

domingo, 5 de junio de 2011

El paréntesis.


(El escritor aficionado ama la escritura. Imagina una historia y en un momento ésta fluye, ahora entre meandros, ahora entre remolinos. Desliza el escritor aficionado la mano sobre el folio y sin darse cuenta lo envuelve la trama, lo atrapan los personajes. Avanza sin dificultad hasta el punto y aparte. Adjetiva, suma pronombres, respira entre coma y coma, emborrona adverbios, tacha conjunciones, vuelve sobre sus pasos, pero siempre regresa. A veces el argumento se le vuelve amargo, traga saliva, pero no desiste y sigue escribiendo. -Después de todo el escritor aficionado ama la escritura-. Hay un día, sin embargo en que la trama se le revuelve, se le hace oscura, incomprensible y el escritor aficionado se para, la pena lo detiene. Necesita abrir un paréntesis para explicar lo que lleva escrito, explicarse, explicarlo todo, contar el por qué y el cómo, la razón de la escritura. Pero entonces el paréntesis que quería llenar de explicaciones se le llena de amigos, de compañeros, de voces y de manos, y de besos. El escritor aficionado ya no necesita explicar nada y se limita a cerrar el paréntesis con una sola palabra: Gracias).
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.

sábado, 21 de mayo de 2011

Brillante, brillante.


Guillén Pelayo siempre llevaba la boca llena de promesas, promesas que nunca cumplía, por imposibles, por poco atractivas o porque al final derivaban en simples tonterías. Tampoco es que le importara mucho, no tenía Guillén Pelayo problemas de conciencia, ni sus asiduos demasiada memoria. Pero eso fue hasta que conoció a Mónica, de la que se enamoró y a la que siempre le preguntaba:
- ¿Tú qué quieres? Pide y yo te lo consigo.
- ¿Yo qué voy a querer? - contestaba ella – Nada.
Pero Guillén Pelayo le insistía y una noche en que estaban al raso mirando las estrellas, para ver si se callaba, ella levantó el brazo y señaló al cielo: esa estrella de allí.
Y como pensó que la mala fama que le precedía podía hacer peligrar su historia de amor, al día siguiente Guillén Pelayo le compró cincuenta globos de helio al hombrecillo del carro de las chucherías y provisto de su mochila ascendió a los cielos. Allá iban con él Bob Esponja, el unicornio, la sirenita y Mickey Mouse. Al llegar, Guillén Pelayo saltó de una estrella a otra y alcanzó la señalada, la echó a la mochila y luego fue pinchando gradualmente los globos de helio, buscando el descenso, en una especie de asesinato múltiple de personajes infantiles. Pero la caída no se produjo como Guillén Pelayo había previsto, el viento lo arrastró y acabó aterrizando en una ciudad extraña. En ella había revuelo ese día, celebraban votaciones para elegir a un nuevo príncipe, porque el anterior ya no les servía. Así que cuando vieron caer del cielo a Guillén Pelayo, sujeto a unos globos tan pomposos y con una estrella tan brillante cargada a las espaldas, pensaron enseguida que aquél era el mejor candidato para ocupar el trono. Lo hicieron príncipe en un segundo. Honores y boato, poder y riqueza. Tanta fue la gloria que Guillén Pelayo se olvidó pronto de su novia y de la promesa que le hizo. Pero a los tres días se desinflaron los pocos globos que quedaban y a los tres meses se apagó la estrella que trajo del cielo. Se le acabó la gloria y sus súbditos quisieron derrocarlo, así que para evitarlo Guillén Pelayo empezó a prometer, a prometer y a prometer. Pero se dio cuenta de que ya era demasiado tarde, de que todo estaba perdido, cuando miró al cielo y vio descender a otro hombre, sujeto a globos de colores y con otra estrella, brillante, brillante, metida en la mochila.
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Pregunta Número 11

Sí, ya sé que nos hemos comido una en esta secuencia que llevamos, y no pensamos atribuirle a ningún fallo en la red este hecho, sino a nuestro simple y llano despiste -más el mío que el de RMW 1.o15, la verdad-.
El caso es que vuelve esta sección con una pregunta que, una vez respondida, podría desvelar algunas de las claves acerca del cambio en el signo de los tiempos y el futuro de la humanidad.
Por lo menos.
Nono Granero y RMW 1.015

domingo, 15 de mayo de 2011

Cántico


Don Saturnino, el profesor de literatura, recitó el cántico espiritual y puso los ojos en blanco. Luego quiso que imitáramos a San Juan de la Cruz: “Una poesía quiero para mañana”. Al día siguiente les fue aprobando a mis compañeros y a mis compañeras sus ripios piadosos con misericordia, pero al terminar de leer en voz alta mi poema, don Saturnino me miró fijamente y estrujó el papel con su mano puñetera, convirtiéndolo en una bola rugosa que acabó en la papelera. “Muchacho, esto, esto… esto no es mística, esto, esto… esto es amor”. Sin embargo a mi me gustaba, por eso al cambiar de clase, ya en el pasillo, volví sobre mis pasos al rescate, pero cuando miré en la papelera, la bola de mi poesía ya no estaba. Durante años me pregunté quién de mis compañeras habría cogido aquel día el poema, quien de ellas lo habría alisado con sus dulces manos manchadas de bolígrafo, quien lo habría releído para sí, mil veces, y quien lo habría apretado contra sus pechos prensados. Tanto tiempo yo tan sólo con el poema en la cabeza, tanto tiempo yo tan solo con una mujer por el mundo tan sensible. Pero no todo está perdido si existe eso que se llama “reunión de viejos alumnos”. Allá que fui. Quince años después, allí estábamos todos de nuevo, alumnos y profesores de convite, recordando. Y a los postres yo, seguramente borracho, me alcé al escenario, reclamé la atención de la concurrencia y recité de memoria mi poema. Cuando terminé, pregunté bien alto; “¿quién de vosotras recogió de la papelera aquel día este poema de amor que yo escribí y que a Don Saturnino tanto disgustó?” Y ante mi asombro y mi sonrojo, todas, absolutamente todas las mujeres que allí había, levantaron el brazo. “Fui yo, fui yo, fui yo”. Y además, del grupo de antiguos profesores, saltó también doña Trini, muy dispuesta diciendo: “Mentira cochina, porque con ese poema mi Saturnino me conquistó a mí”.
Se quedaron ellas discutiendo. Yo salí de allí y me fui al Paseo del Mercado a rezarle a la estatua de San Juan de la Cruz.
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.

domingo, 8 de mayo de 2011

La vida eterna


Cerrar el negocio. Esa era la orden que llevábamos del juez. Cerrar el bazar chino Xaolín, el de la calle Real, por las continuas denuncias de fraude. El millón de baratijas que allí se vendían eran de bajísima calidad, no duraban nada, se agotaban o se rompían enseguida. Llegamos y apareció la dueña, Li Xaolín, entre la montaña de cachivaches apilados en un pasillo sin fin, que se prolongaba hasta oscuridades antiguas. Apareció como si saliera de otro mundo, de la ciudad prohibida o de la cueva de fumanchú, con la luz irreal que se colaba por el ventanal y que coloreaba el polvo suspendido. Menuda, maravillosa, con sus ojos rasgados, inmensos en su cara oriental. Muy sensual, voluptuosa de formas, afinada de gestos, piel de seda, labios rúbeos y sonrisa de daga. Le enseñé los papeles.
- Antes de las doce de la noche tiene que estar esto cerrado. Así que andando.
...Cara de pena, bajada de ojos:
-Sí, señor policía.
A las doce, fuera de servicio y de paisano, me pasé a comprobar si el bazar Xaolín seguía abierto. Lo estaba.
-Señor policía, no puede cerrarme, me moriré de hambre, no tengo otra cosa.
Sacó entonces Li Xaolín un frasquito de líquido transparente de entre los dedos y lo puso delante de mis ojos. Sonrió y acabó conmigo.
-Le haré un regalo si no me cierra.
-¿Qué es? –le pregunté.
-El elixir de la vida eterna - Contestó.
Qué idiotez: Una china hablándome de eternidad en una tienda en la que los artículos que se vendían no duraban ni una hora.
-Pruébelo, no pierde nada. – añadió.
Pude arrestarla por chantajista, por embaucadora o por mentirosa, pero a esas alturas ya estaba absolutamente ciego.
-Vale. Sólo un día más. Pero mañana a estas horas quiero el bazar cerrado.
Luego en mi casa, miraba el frasquito y pensaba en ella, narcotizado por su recuerdo, abobado, trascendido, ido. La vida eterna ...y miraba el frasco, vaya tomadura de pelo ...y abría el frasco, menudo engaño ...y me bebía su contenido... Puaj, era agua, agua del grifo.
Se estaba riendo de mí, la china, y yo tan tonto.
Volví esa misma noche al bazar dispuesto a todo.
- Le cierro a usted el negocio ahora mismo y déjese de zalamerías.
- ¿Probó el elixir de la vida eterna, señor policía? – me preguntó.
- Si. – dije simulando desagrado – Agua del grifo.
- ¿Cómo está usted tan seguro? – Preguntó
- Agua del grifo, le digo. Basta ya de tonterías.
- El elixir es bueno - insistió - Se lo prometo. Espere y lo verá. Espere y lo verá.
Extendió entonces su sonrisa y sus brazos hacia mí y me tomó de las manos. Susurrando “espere y lo verá” me llevó lentamente por el pasillo de las eternidades hasta el lecho de los instantes. Aquí espero yo, cada día, para comprobar que se cumple su promesa.
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.

lunes, 2 de mayo de 2011

Flujo sanguíneo


Casimiro López las amaba a todas, no podía remediarlo. Era una fuerza incontenible que le salía de dentro y lo arrastraba al desenfreno amoroso con cualquier mujer que se le ponía delante. Arrasaba con solteras y casadas, con viudas, disolutas y preladas. Aquel desenfreno le originó, como en buena lógica cabía esperarse, broncas tronadas con su novia, la buena de Marijose. Ella acabó harta de tantísima infidelidad becerra y amenazó con dejarle si no se curaba pronto de su exaltación amorosa. Casimiro López acudió al médico y éste le diagnóstico exceso de amor en sangre, el nivel de células afectivas en el flujo sanguíneo era infinitamente más alto que en cualquier mortal, así que era necesario, “urgente”, dijo el médico, extraerle una buena cantidad de sangre para llegar a los niveles de amor normales. Se hizo así. Quince botes le sacaron. La mitad de la sangre extraída fue utilizada por el hospital para transfusiones a enfermos terminales de amor, que así pudieron curarse. A partir del momento en que Casimiro López salió del Hospital sólo tuvo ojos para su novia Marijose, se convirtió en la única, la simpar, la exclusiva, la reverenciada, idolatrada, bienamada Marijose. De noche y de día, a todas horas. Se volvió tan pegajoso, tan insoportable, que la empalagada Marijose, en cuestión de tres semanas, se cansó de él y decidió plantarlo. Casimiro López, desesperado, se cortó las venas. Casi desangrado llegó al Hospital donde le fue transferida con urgencia la misma sangre que le habían extraído tres semanas antes. Salió del Hospital como nuevo, sin embargo antes de que anocheciera Casimiro López ya había muerto de un exceso de amor propio.
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.

lunes, 25 de abril de 2011

El paraguas


En este tiempo de la dictadura todos los paraguas son negros, todos menos el tuyo. En las tardes lluviosas del otoño las aceras de la Gran Avenida se llenan de gente que deambula bajo sus paraguas negros, rumiando sus culpas y sus sueños en silencio.
Hace más de dos años que yo seguía tus pasos. Cada tarde, a las cinco, cuando enfilaba la Gran Avenida, de regreso a casa, veía siempre tu paraguas rojo al final de la calle como una gota de sangre rojísima entre el manto negro de paraguas. Veía acercase ese paraguas rojo hacia mí, esquivando la marea del resto y al final pasabas a mi lado. El paraguas te tapaba la cabeza y yo sólo podía ver tu falda de colores y tus zapatos planos. Una tarde ventosa del último noviembre, ví a lo lejos tu paraguas bajo el aguacero. Una ráfaga levantó entonces el paraguas por los aires y lo elevó por encima de la gente que no parecía darse cuenta de la peripecia. El paraguas voló unos segundos, luego descendió, cerré yo mi paraguas negro, lo dejé en la acera y corrí hacia el tuyo. Lo alcancé y miré a mi alrededor para ver si te encontraba, para devolvértelo, pero sólo ví gente triste que iba y venía acuciada por las prisas. Busqué todas las faldas, todos los zapatos y sólo había ropas zurcidas de desconsuelo. Desde entonces te espero sentado en el banco de este parque, con tu paraguas rojo, abierto, llueva o no, con la esperanza de que lo reconozcas y vengas a sentarte a mi lado, pero sólo vienen a cobijarse las palomas, aladas y blancas, de la libertad.
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.

viernes, 15 de abril de 2011

Cambio de guardia


Puede leerse esta historia escuchando de fondo a Bob Dylan. Sólo hay que pinchar en la columna de la derecha ( "Música en La librería").
Aquel domingo de ramos tampoco estrené nada. Con mala conciencia corrí a refugiarme a los Billares de la plaza, temiendo que se hiciera realidad la amenaza de la caída de las manos Allí, como siempre, me gasté la única moneda que llevaba en la máquina de los discos. Sí, ahí estaba Dios, Bob Dylan, cantando. Acababa de sacar al mercado “Street legal” y la canción “Cambio de guardia” me gustaba muchísimo. De pié, junto a la máquina, cerré los ojos y al abrirlos ya estaban ellas dos delante de mí, jugando al billar, las dos primas tetonas que venían de Madrid a pasar la semana santa. Danzarinas sibilinas alrededor de la mesa del billar, empujando las bolas con sus palitroques, demostrando la destreza capitalina en los juegos de salón. En un momento pararon de golpear las bolas y al mismo tiempo, en un ajuste preciso y exacto, levantaron la vista del tapete verde y me miraron. Yo no aparté la mirada, es más, no podía retirar mis ojos de aquellas cuatro candelas y haciendo gala de un estrabismo imposible miraba al mismo tiempo también aquellos cuatro pechos apretados debajo de las camisas. No dejaban de mirarme, así, semi-inclinadas sobre la mesa de billar. Bob Dylan me empujaba con su voz para que me acercara a ellas. Me templaban las piernas. Cuando parpadeé, ya no estaban, se esfumaron con la rapidez de una carambola. Esa noche, en mi cama, comprobé que la amenaza del Domingo de Ramos era cierta. Me abandonaron mis manos y las perdí para siempre.
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.

lunes, 11 de abril de 2011

Adán y Elena


(Puede acompañarse la lectura de esta historia con la canción "indian summer" , pinchando en la columna de la derecha - "Música en La Librería" -).
Querida Señora Francis:
Mi nombre es Adán. Soy el primer hombre sobre la Tierra y tal vez el último. De un trozo de barro me hizo Dios hace… ni me acuerdo. Me puso aquí, en el Paraíso, que es como el lugar ideal para que le pongan a uno. Como estaba solo me dio una mujer que no tiene comparación posible. Eso es lo malo de ser los primeros, que no puedes contrastar las cosas, ni una relación, ni una compañera, ni a uno mismo. Vivir sin analogías genera angustia en mentes tan simples como la mía. (Ya ve usted, de barro). Al principio ella y yo nos reíamos mucho y luego menos. Ahora no nos reímos nada. Nuestra vida en pareja es aburrida, desganada y fría. Soy consciente de que tenemos que hacer algo para reavivar la relación. Desde hace una semana mi mujer insiste en que deberíamos probar la manzana prohibida: Que mira que sí, que nos va a ir de maravilla, que hay que aprovechar la oportunidad, que es una puerta abierta a un mundo cargado de posibilidades, progresar, ser alguien.
No sé. Tal vez debería decirle que sí, más que nada para vivificar la convivencia, superar esta crisis, volver a reírnos como antes, amarnos, amarnos mucho y así procrear, procrear mucho, llenar el mundo de hijos.
¿Qué hago? ¿Qué me dice usted? ¿Tomo la manzana o la dejo?
La paloma mensajera del edén le llevará esta carta, pero ¿a dónde? si no tengo referencias, ni aires, ni mapas, ni señas. No sé por qué le escribo. No he escuchado nunca su programa, ni sé si existe o es sólo la reverberación de un cuento futuro. Tal vez usted sea la consecuencia primera de la soledad y de la incertidumbre. De todas formas, qué ganas tengo de que alguien invente la radio para oír su respuesta. Puede que el futuro de la humanidad dependa de ella.
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.

domingo, 3 de abril de 2011

Te romperé el corazón.


“Te romperé el corazón. Derrumbaré el muro, llegaré al centro de la piedra, apagaré el crujido cavernoso, lo convertiré en un delicioso músculo adornado de notas…”. Eso ponía en el trozo de papel que encontraron en uno de los bolsillos de la chaqueta de Epifanio Mediastino. Un poeta el Epifanio, no me jodas. Cuando yo lo conocí era un muchacho de un nervioso simpático, incluso parasimpático. Pero entiende que después de tantos fracasos amorosos como tuvo, llegara a la conclusión de que las mujeres tienen el corazón de piedra y que, convencido de ello, decidiera estudiar medicina, cardiología para más INRI, para más rabia. Entiende que ni los libros, ni las clases, ni los años, le hicieran cambiar de opinión. Otro desengaño y otro, “frías todas como el hielo, malditas tejedoras de témpanos”. Otro desengaño y otro, entiende que toda su obsesión fuera llegar a explicar la dureza del corazón femenino. Terminada la carrera con éxito y preparando su tesis doctoral sobre “la mujer, corazón de piedra”, conoció a Geli Dasilva, una chica que tenía el corazón como un guijarro pero rodeado de una chicha de primera. Salieron juntos y Epifanio Mediastino, enamorado hasta más allá del torax, ponía a veces su oreja en el pecho de la muchacha y se daba cuenta de que ella no lo amaba, porque oía un rechinamiento, el órgano desafinado que suena en la bóveda catedralicia. “Te romperé el corazón” y dale otra vez, queriendo ganársela en la cama, a fuerza de bombeos, sístole, diástole, ascendiendo y descendiendo, 72 veces por minuto, dentro y fuera, sube y sube, más y más… pero cuando llegaba a la cima de la válvula tricúspide no encontraba más que nieve. Hoy “Te romperé el corazón” no es un susurro, ni un poema, es otro intento de ascensión. Hoy, cuando llegue a doscientos latidos por minuto, a Epifanio Mediastino se le romperá el corazón y caerá a plomo desde la cima sobre el cuerpo desnudo de ella, que primero lo mirará aterrada y que luego, fríamente, se levantará y se irá. Y entiende que a la mujer de la limpieza, cuando entre por la mañana y descubra el cuerpo, se le escapen una queja y una lágrima, y que a la vecina, que se acercará alarmada al oír las voces, se le escuche un sollozo y que la presidenta de la comunidad, que avisará a la policía, sienta una pena muy honda, y que a la sargento, que llegará muy pronto, se le vaya un lamento y que la doctora, que certificará su muerte, se estremezca un instante y que la misma jueza trague saliva, ay Dios mío, mientras ordena el levantamiento del cadáver.
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Pregunta número 9

Mira el robot, será la primavera, alrededor y encuentra que las reglas del arte también pueden servir para la vida cotidiana. ¿Será verdad?¿O será justamente al revés?
Salen así nuevas cuestiones en torrentera gracias a sus pequeños guijarros en forma de pregunta.
RMW-1.015 y Nono Granero

domingo, 27 de marzo de 2011

My sweet lord

¿Por qué coño todos los domingos por la mañana le sobrevenía ese mal genio, por qué sentía ese malestar, esa sensación de pérdida de tiempo, de no estar a gusto, ese resquemor en la conciencia? ¿Por qué no otro día, el lunes por ejemplo, tan puñetero? ¿Por qué? …si él se manejaba bien, si tenía su sueldo, su casa, una independencia trabajada a golpes de noes y de síes, su perro….
Un domingo hasta los cojones, encontró la clave del misterio. Ya está: Hacía como veinte años que dejó de ir a misa los domingos por la mañana. Un día se dijo que ya estaba bien de tanto sermoneo y de hacer el paripé con cosas en las que no creía. Adquirió lo que se llama “saber propio”, no había Dios, se convirtió en un ateo cabal, se alejó del rebaño y santas pascuas. Ahora que lo piensa, aquello fue traumático, perdió amigos, fieles y conversos, y a una medionovia que tenía. No se dio cuenta pero un gran abatimiento se instaló en su noalma, que echó de menos, desde entonces, la analgésica dulzura divina. Ahora, después de veinte años, descubierta por fin la causa de su mal, pensó que, de alguna manera, tendría que remediar esa sensación de culpa. Evidentemente no estaba entre sus intenciones regresar al redil. Ocuparía la mañana del domingo en cosas que sustituyeran la obligación de ir a misa. No podía hacer nada placentero, sino algo que le supusiera un esfuerzo, un sacrificio. No podría seguir leyendo, ni escuchando música ni paseando por el parque. Haría lo que más odiaba: ir a trabajar.
-¿Trabajar en domingo? –le preguntó desconcertado el jefe.
-Sí señor. Y sin cobrar un duro.

Pues bien, cada domingo, de once a dos, se fue a la oficina a hacer números. En dos domingos se sintió aliviado, en tres ya no tenía sentimiento de culpa, en cuatro era otro hombre. En cinco terminó de hacer sus números y se puso a hacer los números de los demás. Husmeó sin permiso en ciertos libros. Operaciones raras, malos productos, buenas divisiones, demasiados dígitos. Cuando fue a dar conocimiento al jefe de la cábala financiera que había descubierto, lo pusieron de patitas en la calle, por listo. Hoy en día, un contable con esa fe, que trabaja los domingos y que descubre cosas, no es bien recibido en ningún sitio. Así que después de dos años parado y en la ruina, nuestro hombre ha regresado a la iglesia. Pide limosna con su perro en las puertas de la catedral y hasta allí le llegan, cada domingo, los ecos apagados de la voz de Dios.

-Ay Harrison le dice a su perro – qué jodida es la conciencia.
-Y que lo digas, my sweet lord – responde el perro – Y que lo digas.
__________________________________________________________________________________________ Luis Foronda.- Dibujo de Nono Granero.

lunes, 21 de marzo de 2011

Niña.

Cuentan que Nicolás Verlet regresó tuerto de la guerra. Un año después su mujer dio a luz a una niña. Desde la cuna la niñita le miraba la cuenca vacía y después el parche que se puso, así que Nicolás Verlet, temiendo su rechazo, visitó al cristalero y le encargó que le hiciera un ojo de cristal. Cuando la bola estuvo torneada y pulida, Nicolás Verlet rellenó con ella el hueco ajado, se fue a la cuna de su niña y ella sonrió.
A los pocos días, Nicolás Verlet comprobó que el ojo de cristal tenía un atributo mágico. Si cerraba el ojo sano y sólo miraba a través del ojo de vidrio se adentraba, sin saber cómo, en un mundo de fantasía, lugar de personajes mitológicos, de sueños sin pesadilla, de ilusiones sin espejismos, de notas sin oídos, de cuentos sin bocas, lugar de asombro, maravilla. Así que, cuando la niña anduvo, él la tomaba de la mano, cerraba el ojo bueno , miraba con el ojo de cristal y caminaban juntos a ese lugar maravilloso del que volvían a la hora de la cena. Pasaron los años, la niña creció, se convirtió en una joven hermosa y un día se le soltó de la mano, se perdió y ya no volvió. Nicolás Verlet desesperado, la buscó mirando con su ojo de cristal, convencido de que la hallaría en el mundo fantástico a donde le gustaba ir de niña, pero no la encontró. Cerró entonces su ojo de cristal y miró con su ojo sano. Buscó, rebuscó, se adentró en las cloacas de la realidad y la hayó muerta. La recogió, la llevó a su casa, puso en su mano el ojo de cristal y la enterró. Luego se arrancó el ojo sano y se lo arrojó a los perros.
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.

sábado, 19 de marzo de 2011

Me and Bobby McGee

La canción de esta semana: "Me and Bobby McGee" de Janis Joplin:

Patrice Leconte y "Pilote"

El director de esta semana en la sección de cine de Pepe Fuentes ha sido PATRICE LECONTE, que además de excelente cineasta fue también dibujante en la revista francesa "Pilote". "Qué pena - comentó Pepe - que por la radio no se puedan ver sus dibujos". ¿Cómo que no? Para eso está el blog. Y si queréis saber más de esta revista, pinchar el enlace: (en francés)
Aquí tenéis, además, un fragmento de una de sus películas más conocidas: "El marido de la peluquera":

Nadie, ni siquiera la lluvia.

En el programa de este domingo aparece un fragmento sonoro de la película Hannah y sus hermanas, de Woody Allen. En ella Elliot (interpretado por Michael Caine) trata de seducir a Lee, su cuñada, (interpretada por Barbara Hershey) y le regala un libro de poemas de E.E. Cummings (poeta favorito de Woody Allen). Escenas más tarde, se escucha la voz en off de Lee recitando algunos versos de ese poema. Durante la grabación del programa, alguien comentó que, con un poema tan hermoso, se puede conquistar fácilmente a la persona amada. Bien, hagamos la prueba:
'Con sólo mirarme me liberas,
aunque yo me haya cerrado como un puño
siempre abres
pétalo a pétalo mi ser,
como la primavera abre con un toque
diestro y misterioso su primera rosa.
Ignoro tu destreza para cerrar y abrir
pero, cierto es que algo me dice
que la voz de tus ojos
es más profunda que todas las rosas.
Nadie, ni siquiera la lluvia,
tiene manos tan pequeñas'.

lunes, 14 de marzo de 2011

Osti qué gracioso.


Qué alivio y qué alegría cuando la mujer barbuda dio a luz y el niño le salió tan limpio, sin asomo de vello, tan de porcelana. Y qué desgracia cuando lo pusieron delante del padre, el forzudo señor Sansón, y éste le vio aquella cara tan redonda, el mechoncito de azafrán en la cabeza, la narizota y la sonrisa de oreja a oreja, y así ...de buenas a primeras, balbuceando cuchufletas a las mujeres que le atendían en el parto y ellas muertas de risa: “jijijí, jajajá, osti qué gracioso”.
-“Maldito Gran Tonete”, masculló en aquel momento el forzudo señor Sansón para sus adentros. Era un cornudo, no había duda, aquel niño era hijo del payaso, el Gran Tonete. Contuvo su silencio y las ansias de venganza en la venamen de sus músculos, pero la evidencia ya había calado en la familia circense y la tensión se mascaba en el ambiente. El niño crecía sin embargo en gracia y desparpajo, a los tres años era digno de ver en los corrillos contando chistes. Al crío le tiraba la comedia, a qué negarlo. Y el Gran Tonete, además, parecía haberle tomado cariño al chavalillo y lo incorporó a su número. Fue entonces cuando el forzudo señor Sansón no pudo soportarlo más y una noche irrumpió en medio del número, cogió al payaso por los solapones, lo levantó medio metro del suelo y le pegó dos sopapos de aupa. El payaso ante la mirada aturdida del respetable comenzó a llorar, con ese llanto chorreoso de los payasos. Surtidores de agua salían de sus ojos, chorros de lágrimas que muy pronto anegaron la pista. “Buah, buah, buah” y en pocos minutos aquello era un circo flotante, ya flotaban los asientos y el público estiraba sus pescuezos buscando el aire, los alrededores también se inundaron, las fieras pedían auxilio, los enanos buceaban, el adivino se trajedía y la tragedia se adivinaba. Pero entonces, de aquel alboroto oceánico, salió el niño que tomó con una mano el mástil central de la carpa, la levantó entera y puso sobre ella a los elefantes, a las jaulas, a los leones, a las monas, a los ponys, a la boa y al perrito pequinés. Encima de ellos puso a los trapecistas, a los malabaristas, al equilibrista, a los enanos, al adivino, al jefe de pista, a la orquesta, al mago, a la bailarina, al payaso, a la mujer barbuda y al forzudo señor Sansón. Con la otra mano, levantó los carromatos, las rulots y a los trescientos espectadores de la función. Con aquel enorme fardo sobre sus dos bracitos, el niño subió a la cima de la colina donde lo depositó, despacio, a salvo de la riada de llanto que en esos momentos inundaba el valle. El payaso dejó de llorar y en la cumbre de aquella gigantesca montaña de gente, de animales, de artistas y de cachivaches, el forzudo señor Sansón, henchido de gozo, señaló a la criatura y dijo: - ¡Ole, ése es mi niño!
_____________________________________Luis Foronda.- Dibujo de Nono Granero.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Pregunta número 8

Sí, debe ser el influjo coplero del Carnaval. Pero aún así, qué razón tiene...
RMW- 1.015 y Nono Granero

domingo, 6 de marzo de 2011

(...@...)

Era “Rabogordo” en el Twitter, “Creonte” en el Facebook, “Cabrón” en la pintada de la pared. Era “Calla-calla” para su amante, “Di algo” para su mujer. Era “Papá-papá” para el niño, “Mi-niño” para su madre, “Uh” para su bebé. Era “el tropos” para sus alumnos, “el apócope” en el claustro, y “el del Atleti” en el café. Era “Tú” para sus amigos y para el resto era “Usted”. ¿En el carné?, ¡qué importa! Lo pusieron en la esquela el día en que se murió y no lo reconoció nadie. Nadie-Nadie fue a su entierro. Sólo el cura, que como venía corriendo de otro, se confundió y lo llamó no sé qué.
Una parte de sus muchas almas se fueron al cielo y otras al infierno. Las demás navegan por Internet.
Luis Foronda. Dibujo de Nono Granero.

miércoles, 2 de marzo de 2011

COCINA FRISA "Albóndigas especiadas a la naranja"

Albóndigas especiadas a la naranja. (Adaptación de una receta de un recetario marroquí) INGREDIENTES: - 400 gr de carne picada de ternera y cerdo (80%-20%) - 50gr de pan empapado en leche - 1 huevo - 2 zanahorias - 4 puerros, hojas de hierbabuena fresca. - el zumo de una naranja. - 5gr de especias recién molidas o recien machacadas en el mortero (yo he elegido: nuez moscada, anis estrellado, clavo, jengibre y cominos) - sal PROCESO: - Mezclar la carne, el pan el huevo, las especias y las hierbas picadas. Salpimentar. - Formar las albóndigas con harina (si es harina gruesa o de garbanzos mejor). - Limpiar y picar los puerros y las zanahorias en juliana. Rehogar y agregar las albóndigas tapar y dejar cocer unos diez minutos más o menos, salar. - Incorporar el zumo de naranja y cocer otros 15 minutos más o menos. - Servir aromatizando con la hierbabuena. El olor y el sabor te transportan al norte de África.

COCINA FRISA "Merluza con gulas a la gallega"

Merluza con gulas a la gallega.
(A la gallega por llevar pimentón y ser este un componente en muchas comidas gallegas)
Freir abundantes ajos en láminas y reservar. En el aceite asar y cocer una cola de merluza, al principio destapada con la piel abajo y luego tapar. Cocer (sin agua) patatas peladas en rodajas gruesas en el microondas, durante 5 minutos más o menos tapadas con papel de plástico. Poner la mitad de los ajos encima del pescada y salar, volver tapar para que termine de hacerse. En otra sartén poner el resto de los ajos fritos, aceite y echar unas gulas, remover añadiendo pimentón picante y dulce según el gusto. Servir la pescada con las patatas cubiertas con las gulas y el aceite de pimentón.

Cocina FRISA "manzanas rellenas de morcilla"

Las manzanas rellenas de morcilla.

Hércules mareado en la encrucijada

He recordado estos días, al hilo de las últimas exposiciones que he visitado, algunos anuncios de la tele. Intentemos recordarlos juntos: hace como un año o dos, un chico salía y comenzaba a multiplicarse según las opciones que se le presentaban en su vida diaria: ¿Rubia o morena? ¿Soltero o casado? ¿Al cine o al fútbol? Y con cada nueva opción, el chico se clonaba en un plís-plás y llegaba a todas. Pero no sólo él. En otros anuncios nos insistían: No renuncies a nada. Todo a tu alcance. Te lo mereces todo. Para mayor gozo de la Academia de la Lengua, la Ye de una bifurcación unía sus ramas y quedaba un solo camino de I -antes latina-, para que no tuvieras que elegir y tu coche fuera a la vez deportivo y familiar, todoterreno y furgoneta. Y tus yogures contienen chocolate que no engorda y le ponen calcio y cereales para que sea a la vez saludable y también sabroso. ¿Por qué renunciar, por qué elegir, cuando puedes tenerlo todo de una tacada de un golpe, vivir mil vidas de una vez?

Igual no es necesario decirlo, porque nuestros avisados oyentes ya lo saben, pero lo haré: la publicidad miente. Así, sin más. No es posible esta multiplicación extenuante. Y de serlo, a ver quién era el guapo que la aguantaba.

En arte, además de imposible, es contraproducente. El artista –creo que alguna vez ya lo hemos comentado-, es precisamente una persona que toma cien decisiones por segundo al ritmo frenético de un ordenador sobrecalentado. O debiera serlo. En menos de un segundo Cartier-Bresson decide mover un milímetro la cámara para que el encuadre y el instante queden perfectamente delimitados, congelados.

El poeta sabe que no es lo mismo alféizar que rebajo, porque, significando lo mismo, el uno eleva y el otro pesa. Y por eso cuida cada palabra como si fuera única, y la acompaña de aquéllas que le favorecen el aire, como quien cuida el color de su indumentaria y mira que se lleve bien con sus zapatos, sabedor de que la impresión de su figura puede depender de pequeños detalles.

Elegir así flores o rayas va contando cosas antes de que uno abra la boca, del mismo modo en que, por poner un ejemplo que ahora mismo tenemos a mano, (a ojo, debiera decir), la selección que hace un jurado como el que premió el cartel de carnaval de nuestra ciudad en esta ediciónn, habla de desconocimiento, inconsciencia o falta de respeto hacia el resto de participantes en la convocatoria quienes, a no dudar, dedicaron tiempo y trabajo a confeccionar propuestas pensando en hacer algo interesante, estimulante o digno empleando sus saberes.

Elegir, seleccionar, desechar. Mostrar lo mejor de la casa. Así debiera ser cada exposición con la que nos encontrásemos en una sala. Pero, no sé yo si a causa del influjo de la publicidad, del ansia de aprovechar un momento entrando a saco con todo el arsenal de que dispongamos o, sencillamente, porque habiendo cosas y espacio, para qué detenerse a reflexionar, el caso es que últimamente, cada vez que entro en el Hospital de Santiago me encuentro apabullado en medio de una vorágine de obras que se colocan barajadas, amontonadas, casi arrojadas en montones sobre las paredes, interfiriendo unas con otras y mareando y confundiendo a quien quisiera espacio limpio para la contemplación.

Y me entristece ver trabajos más que interesantes ensombrecidos por la acumulación, por la verborrea, por la insistente multiplicación de elementos en una superficie reducida, por una incontinencia que acaba fatigando nuestros ojos, incapaces de parar sobre una obra que, a buen seguro en otro entorno, presentada de otro modo, sería fuerte mazazo y sensación profunda.

En fin. No por eso dejaré de recomendar la visita; porque yendo de lado, buscando un sorbo pequeño, y abandonando la sala mientras nos prometemos otra visita antes del mareo o la borrachera, seguro que podremos saborear el licor intenso de algunos reportajes fotográficos que muestran realidades ajenas con exotismo de poesía oriental, o con miradas que renuevan el objeto humilde en que se posan equiparándolo en interés al de catedrales o milagros como cuerpos.

Pero al salir y ver a los dos tenantes gigantescos de la escalera del Hospital, recuerdo el cuadro de Aníbal Carracci que nos presenta a Hércules en la Encrucijada, dudando entre la áspera senda que conduce a la gloria o la cómoda cercanía que se encuentra a la mano, repleta de músicas y juegos sensuales, rebosante de atractivos y entretenimientos. Y no puedo dejar de desear que los artistas acaben entendiendo que el héroe siempre tiene el deber ineludible de elegir. Y que Aquiles sabía tan bien como Cúchulain que no son compatibles para el guerrero la vida larga y la memoria épica. Y que mantenerse con un pie en un caldero y otro sobre el lomo de una cabra, aunque demuestre destreza, nos expone al lanzazo del olvido por acumulación.

Luz y Color: Amparo Sánchez Moreno (óleos) y Juan Vidal Pintor (fotografías).

Espacio Propio. Exposición colectiva de Fotografía. (Ambas en el Hospital de Santiago de Úbeda)

Indecente Cartel de Carnaval. En cualquier pared y escaparate de Úbeda.

lunes, 28 de febrero de 2011

La Revolución.

Oyó en la radio: “Ha estallado la revolución” y temiendo que vinieran a por él, echó a correr. Corrió y corrió, sin descanso, corrió y corrió durante toda la noche y corrió y corrió todo el día siguiente. A la caída de la tarde se encontró con otro hombre que venía de frente, corriendo hacia él. Al llegar uno junto al otro, detuvieron su carrera. "¿Por qué corres?" - Se preguntaron.
-“Yo porque ha estallado la revolución” –dijo el primero.
-“Yo porque ha fracasado la revolución, lo ha dicho la radio” - contestó el segundo.
Los dos hombres se miraron recelosos y cada cual pensó que el otro mentía. Así que, sin decir nada más y sin rumbo fijo, corrieron juntos.
Luis Foronda.- Dibujo de Nono Granero.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Pregunta número 7

Esta cuestión, eterna, tiene sin embargo una doble lectura. A mí me inquieta. ¿Somos lo que hacemos cuando lo hacemos, únicamente?
Pero ya me explayo demasiado y no es ésa mi intención. Lo dejo a él, que ya se explica por sí solo e igual quiere decir otra cosa...; vosotros/as veréis.
RWM 1.015 y Nono Granero

domingo, 20 de febrero de 2011

Paseo espacial.

Siempre fui un adelantado: Aunque el profesor dijera que tardaríamos siglos en llegar a Marte, yo, con quince años, ya me había visitado hasta el último rincón de la vía láctea. Cuando dejé de conducir manualmente mi nave espacial, puse el piloto automático, me perdí en la constelación de virgo, caí en cien agujeros negros y al final salí de ellos con un cero en ciencias tan grande como el universo.

Luis Foronda. Dibujo de Nono Granero.

viernes, 18 de febrero de 2011

"You´ve got a friend". CAROLE KING

Ernesto Vela nos ha traído esta semana a una de nuestras cantantes de cabecera: Carole King. La canción elegida es un clásico en su carrera y uno de los himnos a la amistad más hermosos que se han compuesto jamás: "You´ve got a friend" (Tienes un amigo). Aquí está ella, cantando en directo, y con la letra subtitulada en español.

jueves, 17 de febrero de 2011

Tortilla rellena por dentro y por fuera

Se necesita una tortilla de patatas, con o sin cebolla, según tu gusto, en mi caso es con. Nos viene muy bien las que venden ya cocinadas, por su bajo coste y rapidez para esta receta. En el fondo del frigorífico encontré unos pimientos verdes fritos y una lata de pimientos de piquillo. Abrí los pimientos rojos y los calenté junto con los pimientos verdes en una sartén. La tortilla la corté por la mitad, como se corta el pan para bocadillo, con un cuchillo jamonero. Con esta misma herramienta corté un poco de jamón finamente. La tortilla partida la rellené con los pimientos verdes y rojos, la introduje en el microondas unos dos minutos y cuando la saqué la cubrí con el jamón para que se fundiera el tocinillo y se mezclaran los aromas y los sabores. Y ahora no me digáis que no es FRISA ( fácil, rápida, imaginativa, sensorial y asequible). El relleno puede variar según lo que tengas en el fondo de frigorífico, que actúa en las recetas como el fondo de armario. (atún, gambas, calabaza frita, berenjena, tomate frito o no, ...

Pastel de morro

2 caretas (sin orejas, por lo de las ternillas) y 2 lenguas de cerdo.

Afeitar en su caso la careta del cerdo, si le quedan pelillos y hace honor a su nombre y lavar toda la carne.

Poner en una olla a presión con un diente de ajo aplastado, hoja de laurel, orégano, pimienta en grano y sal. Cocer durante una hora y media. (Dejar enfriar)

En un molde forrado por dentro de papel de plástico (para facilitar el desmoldado) echar la carne a trozos con pistachos pelados o/y pipas de calabaza, pimienta roja, níscalos en salsa u otras setas, tiras de manzana asada o/y naranja confitada… se cubre con el papel de plástico

Ponerle peso(brik de leche) y colocar en el frigorífico para que se produzca el milagro de la solidificación. Servir en lonchas (como en la foto) con una ensalada verde, a la que se le puede añadir trocitos de manzana verde y granos de graná.

martes, 15 de febrero de 2011

La cocina FRISA de javier Gordillo García

Qué es la COCINA FRISA

Cuándo me proponen en Radio Úbeda participar en el programa de radio La Librería, decido hacer una cocina que reúna una serie de características, que en definitiva, son las que presiden mi labor culinaria de cada día:

F: Fácil

R: Rápida

I: Imaginativa

S: Sensorial

A: Asequible

Y con el acróstico de estas ya tengo nombre para mi cocina.

lunes, 14 de febrero de 2011

Esa centella minúscula

Víctor Emerick tenía por fin todas las piezas del rompecabezas dispuestas sobre la mesa de su siniestro laboratorio: Había reunido lo mejor de las diecinueve mujeres que amó y a las que abandonó porque no eran perfectas. Después de diecinueve fracasos y convencido de la imposibilidad de su propósito, decidió fabricársela. A la cabeza de Aurelia, colocó el cabello de Albinka, los ojos de Elka, el cuerpo de Elzbieta, los pies de Gizela, las manos de Halinka y el corazón de Margisia, del resto sacó la piel, las uñas, la peca en el mentón y el lunar en el cuello. A puntadas de aguja alucinada fue uniendo los pedazos de aquellas mujeres, costuras invisibles, la seda sobre el mármol, perfecto. Para darle vida invocó sobre su cabeza mil tormentas que llegaron con sus rayos y con sus truenos, que barrieron el cuerpo de la criatura con mil electrocuciones sin resultado. Fallaron también las inyecciones, las transfusiones, las infusiones que había previsto en caso de urgencia. Suplicó desesperado a los cielos un pequeño resplandor, un mísero chispazo, esa centella minúscula que la reviviera. Mucho más tarde, derrotado y desecho, cerró los ojos y se quedó dormido. Soñó deslumbramientos de cuchillo.
Cuando llegó la policía encontró a Víctor Emerick muerto. Tenía diecinueve fracasos clavados en su cuerpo. El fracaso número veinte había huido. ________________________
Luis Foronda.-
Dibujo de Nono Granero.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Pregunta número 6

No sé muy bien qué querrá decir este robot, que, a veces, parece con un cortocircuito intencionado...
Pero, en fin: aquí la lanzo, como al resto.
RMW-1.015 y Nono Granero

lunes, 7 de febrero de 2011

Blanca y radiante.


Al final te casaste. De blanco y por la iglesia. Hace tres meses vi por primera vez la fotografía en el escaparate de la tienda. Sonreías en ella generosamente, radiante, espléndida, tomabas la mano de tu marido, mano que él, a tu lado, dejaba caer sobre tu hombro, en un gesto de impostada camaradería, de derroche un poco chulesco. De pie, con un fondo de hiedra, mirabais al frente y tú sonreías, a mí, estoy seguro, retándome desde el desquite, invitándome a adivinar el grado de tu felicidad. En aquel momento no lo supe y durante este tiempo, cada tarde, he intentado averiguarlo, en una prueba de fustigación malsana, parándome delante del escaparate a mirar la fotografía. Lo que son las cosas: Al final de la primera semana tu sonrisa ya me pareció ligeramente menor, más somera y noté entonces que tu mano y la de tu marido no se apretaban con tanto interés. Pensé entonces que era un efecto óptico, que la luz del ocaso, tan tramposa, creaba falsas perspectivas. Sin embargo, en las semanas posteriores las sombras de la tarde han ido torciendo tu gesto y apagando el brillo de tus ojos. O eso creo. Ahora tu sonrisa es una brevísima raya, lápiz de reparación, silencio. A veces tuerces la vista y no aguantas mi mirada. Si yo la aguzo un poco, adivino ya una hebra de ausencia entre vuestras manos.

Hoy el hombre de la tienda ha retirado por fin la foto del escaparate.
Es el momento justo de volver a llamarte. ______________________________________________________________________________ Luis Foronda. Dibujo de Nono Granero.