lunes, 14 de febrero de 2011

Esa centella minúscula

Víctor Emerick tenía por fin todas las piezas del rompecabezas dispuestas sobre la mesa de su siniestro laboratorio: Había reunido lo mejor de las diecinueve mujeres que amó y a las que abandonó porque no eran perfectas. Después de diecinueve fracasos y convencido de la imposibilidad de su propósito, decidió fabricársela. A la cabeza de Aurelia, colocó el cabello de Albinka, los ojos de Elka, el cuerpo de Elzbieta, los pies de Gizela, las manos de Halinka y el corazón de Margisia, del resto sacó la piel, las uñas, la peca en el mentón y el lunar en el cuello. A puntadas de aguja alucinada fue uniendo los pedazos de aquellas mujeres, costuras invisibles, la seda sobre el mármol, perfecto. Para darle vida invocó sobre su cabeza mil tormentas que llegaron con sus rayos y con sus truenos, que barrieron el cuerpo de la criatura con mil electrocuciones sin resultado. Fallaron también las inyecciones, las transfusiones, las infusiones que había previsto en caso de urgencia. Suplicó desesperado a los cielos un pequeño resplandor, un mísero chispazo, esa centella minúscula que la reviviera. Mucho más tarde, derrotado y desecho, cerró los ojos y se quedó dormido. Soñó deslumbramientos de cuchillo.
Cuando llegó la policía encontró a Víctor Emerick muerto. Tenía diecinueve fracasos clavados en su cuerpo. El fracaso número veinte había huido. ________________________
Luis Foronda.-
Dibujo de Nono Granero.

2 comentarios:

  1. Nono, la "Frankensteina" te ha quedado preciosa. ¿Cómo has conseguido que solo viéndole la cabeza nos impresione por lo gigantona que es?.
    El relato de Luis no tiene desperdicio.
    Felicidades a los dos

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  2. desde luego que la historia no te deja indiferente y la ilustración de Nono es superinquietante, has visto como miran esos ojos... da susto. Seguid asi chicos.
    PAKI

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