viernes, 26 de marzo de 2010

REVUELO DE MANOS CAÍDAS AL SUELO

Cada Domingo de Ramos, durante la procesión del borriquillo hay un revuelo de manos caídas al suelo de niños pobres que no estrenan nada. Los chiquillos se afanan en recoger sus manitas del suelo, pero como no tienen manos, precisamente, pues se las recogen otros, en medio de un frenesí de empujones, piernas y puritos americanos. Son muchos los niños desmanados y el doble el número de manos, así que con semejante enredo los niños acaban colocándose las que no son suyas, a uno les quedarán grandes y a otros pequeñas, pero se conforman, porque les han enseñado a no despreciar lo que se recoge. Y así, por culpa de refranes mutiladores, esos mismos niños, cuando lleguen a adultos agarrarán la vida con las manos de otro, acariciarán, golpearán, alumbrarán, asesinarán, plantarán tomates, construirán catedrales o escribirán cuentos con manos que no son las suyas. En la década oscura de los cuarenta, a Manolo Maestro, que era el muchacho más pobre de Ubeda, se le cayeron las manos un domingo de Ramos durante la procesión del borriquillo. Aquella tarde, inesperadamente estalló una tormenta, los tronos, los penitentes, las gentes y las palmas se volvieron y revolvieron en estampidas bajo una manta de agua. Dicen que los tronos y los santos, en su intento de regresar atropelladamente al templo, sufrieron desperfectos. Con semejante ajetreo, Manolo Maestro sólo pudo recuperar del suelo su mano izquierda, y aunque estuvo buscando durante toda la tarde la otra, no dio con ella. Así, manquito por la vida, pudo sin embargo hacer muchas cosas, pudo arreglar sillas y barnizar mesas, pudo manejar la gubia y el formón, pudo construir muebles y juguetes de madera, pudo conquistar a una mujer, hacerse una casa y formar una familia. Ya de mayor, viudo y melancólico, cuando le ganaba la nostalgia, pensaba cómo habría sido de su vida si hubiera tenido las dos manos y se preguntaba qué habría pasado con su mano perdida. El año pasado, descubrió, durante la procesión del borriquillo, que esa mano había estado todo el tiempo muy cerca sin que él se diera cuenta, unida de alguna manera a esa procesión. Se dio cuenta, en fin, de que esa mano que se levanta, la del Carpintero, esa que parece bendecir el mundo, es la suya. ___________________________________ Luis Foronda.- ________________ Dibujo de Nono Granero.

1 comentario:

  1. Hola. El domingo en la procesión me fijé en la mano de Jesús. Es verdad. Luis, un saludo de Paco.

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