Si convenimos en que, siguiendo a la madre de Forrest Gump, la vida es como una caja de bombones, entonces la creatividad funciona igual que un tubo de dentífrico: cuanto más fuerte se aprieta, más lejos se llega.
Hay quien ve así como una ventaja la ceguera de Homero, la sordera de Beethoven o los problemas de crecimiento del Messi adolescente.
No soy amigo de mirar más allá de la obra, porque ocurre a menudo que la historia personal de un artista, enfatizada por personas ajenas a él, parece venir, más que a ayudar a comprenderla, a completar los huecos técnicos o conceptuales que desde una mirada académica puedan encontrarse.
Pero en la exposición de Manuel Poisón es el mismo artista el que pone ante nuestros ojos su situación personal, no como exhibición justificadora, sino como evidencia natural del motor de su trabajo.
Probablemente desde antes de que Dubuffet acuñara el término Art Brut, o desde que Roger Cardinal lo rebautizara como Outsider Art, ya existía una larga tradición de personas que emplean medios artísticos para anatematizar sus demonios interiores o exteriores, para buscar en el olor del aguarrás, el movimiento de las manos y el manejo de los materiales plásticos, un remedio terapéutico para el dolor o los ocios forzosos. Y a menudo, artistas importantes y concienciados responsables de instituciones aliados con psicólogos, han entendido que hay que favorecer esta vía de expresión. Por que el arte, entre otras funciones –y, quizá, en todo este tiempo, no hayamos tenido ocasión de tratar de esta vertiente-, ayuda a sobrellevarse a uno mismo, a la par que al mundo en que estamos inmersos, voluntariamente o no.
Y es en ese recorte de libertades donde la presión del tubo, en el caso de hoy, es tanta, que lo hace reventar por los lados para ofrecernos trabajos variopintos en forma y concepción.
Podremos encontrar así, desde obras con un cierto carácter totémico, con tintas planas, fuertes simetrías y ritmos fijos que combinan personajes distintos en una misma figura, a escenas satíricas, con una elaboración formal cercana al expresionismo primigenio, y en las que el título juega un papel crucial para terminar de armar parábolas o denunciar situaciones incómodas del modo más áspero y desnudo posible.
Queda otro grupo de obras en las que, olvidando un poco esta tensión narrativa, el artista parece deleitarse redescubriendo las virtudes de un material humilde que, en su suave lirismo de formas vagas, parece hacernos descansar y hasta flotar, tras la angustia y el encontronazo salvaje.
Nosotros, como espectadores, podremos decantarnos por unas u otras. Pero visitar muestras así siempre será interesante para conocer realidades distintas a la nuestra, que fácilmente se olvidan y de las que nadie parece hablar nunca, pendientes como estamos del norte que nos marcan desde los telediarios a la hora de empatizar con nuestros semejantes.
Un arte que viene a purgarnos, a sacudirnos un poco desde lo más cercano. ¿Qué más se le puede pedir a una exposición?
Exposición: El mundo de Poisón desde dentro. Sala de Exposiciones "Pintor Elbo" del Hospital de Santiago de Úbeda. Hasta el 21 de Marzo de 2010
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