Doblando la esquina, con su pelo brillantino y su traje almidonado, fina estampa, relamido, semblante lechugino, mirada seductora, aparece don Perfecto. Don Perfecto, como es perfecto, ha esperado a que llegue la primavera, para declararle su amor a la mujer de sus sueños, doña Ordinaria, de la que anda bastante enamorado. Y don Perfecto, como es perfecto, corta un puñado de rosas de su perfecto jardín, arma con ellas un ramo casi perfecto, lo mira y remira y advierte que el ramo no alcanzará la absoluta perfección hasta que no arranque de los tallos todas las espinas. Con la ayuda de unas tijeras perfectas quita pues todas las espinas a las rosas y se marcha tan contento al encuentro de doña Ordinaria. Y en medio de la primavera renacida asoma doña Ordinaria, pelo aceitoso, traje punteado, bruta estampa, mirada travesera. Don Perfecto se le acerca ramo en mano, rodilla en tierra. “¡Doña Ordinaria, la amo, haré todo lo que usted me pida por ser digno de su agrado!”. Y doña Ordinaria, lo rechaza con grandes aspavientos y un montón de palabrotas. “¡Y métase las flores en el culo, don Perfecto!” Y don Perfecto, como es perfecto, cumple su palabra. Se incorpora y se aleja con las flores. No saben ustedes cuánto agradeció haberles quitado las espinas.
_______________________________ Luis Foronda.- _________________ Dibujo de Nono Granero
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