__ Esa mañana, antes de despertarse, Benigno Tarasca sintió el dedo de Dios tocando su frente y una voz que le decía: “Hijo mío, hoy es tu gran día: Podrás realizar la mejor acción en beneficio de la humanidad.”
Se entiende que Dios, en su magnífica bondad, elige a una persona, de vez en cuando, para que, con la ayuda divina, realice una acción única, memorable, maravillosa, que repercuta de manera altamente conveniente a todos los intereses humanos. Benigno Tarasca se despertó con la voz de Dios todavía resonando en su cabeza, extendió el brazo, encendió la luz y abrió los ojos. Se quedó pensando boca arriba en la cama, había sentido el dedo de Dios y había entendido su mensaje: El elegido era él y aquél era su día. ¿Qué podía hacer para no defraudar las expectativas divinas, que acción podía realizar para ayudar de una manera palmaria y asombrosa a toda la humanidad?. Como Benigno Tarasca se conocía, no podía imaginarse a sí mismo surcando cielos, navegando mares, recorriendo caminos, repartiendo alimentos, apagando guerras, alimentando paces, curando enfermedades, aniquilando hambrunas o regalando felicidades. Como Benigno Tarasca se conocía a sí mismo, no podía imaginarse coloreando sombras, disolviendo amarguras o enervando corazones. Ya está, se acababa de dar cuenta, ya sabía perfectamente lo que iba a hacer ese día, la mejor acción de todas en beneficio de la humanidad. Como se conocía a sí mismo, Benigno Tarasca se dio media vuelta, cerró lo ojos, extendió el brazo y apagó luz. ______________________________________
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.
Cuanta razón: ¡qué bien nos iría si algunos "salvadores" se hubieran quedado acostados!
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