Cuando, por fin, la primavera estalla. Cuando el frío húmedo nos parece ensueño lejano o bruma borrosa de despertar y la luz nos empuja lejos de la penumbra recogida y el calor del brasero, uno comienza a moverse y a sentirse como un gorrión entre semejantes.
Parece que crecemos enérgicos como las hojas del jazmín y envueltos en azahares nos transformamos en bandadas de pájaros frenéticos que se persiguen en arabescos, y se juntan a piar como quien ríe, contentos porque, una vez más, apareció la luz en mitad de la tarde y la hizo larga.
Debe ser por eso que el cuerpo se nos impone, y nos alienta a huir de sitios recoletos, a buscar el paseo y a reconocernos en esas otras personas que también dejaron atrás el jersey gordo para salir a darse el encuentro, abandonando casas y faldillas.
Son los días así como de fiesta y no apetece recogerse en lugares de penumbra sosegada. Ni apetece la calma atemperada de la sala de exposiciones, ni su deambular pausado mientras bulle la sangre a contratiempo.
Pero ni siquiera en momentos así, dejamos de hablar de arte.
Porque existen, afortunadamente, lugares que entendieron en su día que en medio de la algarabía, el vaso largo y la conversación animada, también tienen su hueco artistas que, jóvenes como estos mismos días que nos envuelven, encontraron acomodo en sus paredes..
Así que hoy os propongo visitar, alternando con júbilo, dos de esos lugares.
Comencemos tomando unas cañas en La Taberna: allí, después de la redecoración que el local ha acometido, se han planteado la posibilidad de aprovechar las paredes para estimular nuestro paso con propuestas artísticas recientes. Ahora mismo, tenemos la oportunidad de paladear la obra de Laura López Ruiz, con sus íntimos fetiches y su repaso sobrio a nuestros pies, a los que levanta a la altura de los ojos y en los que encontraremos contrastes de café duro y carnalidades densas.
Y después, si os encarta, podemos bajar al pub La Beltraneja, a tomarnos una copa relajada. Allí, desde la penumbra de sus paredes de piedra, Manuel Cano nos provoca con gritos de acrílico en ciudades vibrantes, con personajes de aristas nerviosas y formatos de tótem para cuerpos y figuras que quieren hacerse nuevos iconos habitando espacios que nada tienen de sagrado.
Hoy son ellos, pero, pronto, serán otros. Y así, los lugares de siempre se convierten en sitios renovados periódicamente que no dejan de estimular nuestra mirada y nuestra conversación. Y navega la pintura sobre mares dorados con burbujas, o atraviesa océanos de color fucsia entre los icebergs de nuestra copa.
Qué mejor manera de hacer que el arte arrope y acompañe nuestras ganas de vida y comparta su ritmo con el que a nosotros, hoy, nos bulle por todo el cuerpo.
Nono Granero
Exposición de Óleos de Laura López Ruiz, en “La Taberna”, hasta el día 22 de Junio.
Exposición “En Acrílico” de Manuel Cano, en el pub “La Beltraneja”, hasta el 3 de Julio.
Me encanta la Beltraneja, pero no es un buen lugar para exponer una obra. Primero, por que no se valora. Y segundo, por que es un sitio demasiado oscuro. A lo mejor, si le ponen unos cuantos focos o abren las ventanas y todas las puertas para que entre la luz, queda bien.
ResponderEliminarLos cuadros o cualquier obra de arte no se pueden exponer así como así. El arte hay que compartirla bien, si no, no la compartas.
Creo que cada obra de arte tiene su lugar y creo que un pub no es lugar para ninguna obra. La gente va a beber, fumar cachimba y pasar el rato... no va a contemplar ningún cuadro. Si, esa es la cruda realidad... la gente no se va a quedar mirando el cuadro y va a decir: "oh, y esto de quien es?"... simplemente lo ve y pasa. Su cerebro no va concienciado para ver arte, su cerebro no entra para mirar un cuadro. Su cerebro entra a pasar el rato con los colegas.
A lo mejor hay gente como tú y como muchos otros que si se fija, pero la mayoría de la gente que entra a esos sitios nunca se fijaría, y lo digo por experiencia.
Es como cuando te enamoras, sabes todos los defectos que tiene la otra persona, pero los pasas por alto. Sabes que están, pero no los ves. Tu cerebro, o en este caso, tú corazón no se ha enamorado para estar contando los defectos.
Igual que tu cerebro no entra a la Beltraneja para ver cuadros. Sabes que están, pero como si no estuviesen. Además, para contemplar una obra de arte, tienes que estar en silencio, o por lo menos con una música adecuada de fondo... pero no con el incansable ruido de la gente. También necesitas tiempo y concentración... y allí, como que de eso no hay.
Haber si me escapo un rato y voy como quien entra a tomarse algo pero sin tomarse nada.