A lo que más teme la margarita es a la incertidumbre del amor. Llegan los enamorados, solitarios pánfilos, a la floreada extensión de la pradera y alargan su mano, llena de preguntas, al tallo de la flor. Con un gesto simple, siegan sus expectativas de primavera eterna y luego le acercan los dedos, convertidos en pinzas, que extirpan sus hojas en un devenir de síes y de noes: …Sí me quiere, no me quiere. Pero ay, la margarita es también un ser que ama en silencio. Nuestra margarita se despierta cuando las pequeñas gotas de rocío tiemblan en la punta de sus hojas y ensayan pequeños suicidios y acrobacias de circo lanzándose al vacío de la hierba. Nuestra margarita sueña cada mañana que la abeja se le acerque y que recoja sus pólenes con besos de seda. Desearía la margarita que la abeja que ama permanezca a su lado, pero ella se marcha siempre a sus obligaciones de colmena. Así, cuando una mañana de mayo, un muchacho enamorado lleno de dudas alarga su mano para arrancar la margarita, ella tiembla de pánico, pero de repente el enamorado retrocede y grita, la abeja aparece zumbando y clava su aguijón certero en la mano del muchacho, que huye. La abeja luego va cayendo a los pies de la flor en un remolino de amor y de muerte. Así es la primavera y como esta historia se repite constantemente, es por eso que en la floreada extensión de la pradera siempre brillan las hojas blanquísimas de las margaritas, repletas de síes. ...
... sí me quiere, sí me quiere, sí me quiere.
______________________________________ Luis Foronda ___________ Dibujo de Nono Granero
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