domingo, 23 de mayo de 2010

DOÑA MARI Y EL PICO DE LA MESA

Qué bonita era la Historia con mayúsculas contada por Doña Mari con aquel movimiento suyo de cadencias minúsculas. Se ponía de pie sobre la tarima, acercaba el pubis al pico de la mesa y empezaba su lección. Se adivinaba el cosmos a través del estrecho pantalón vaquero que llevaba y una vez en la posición exacta, empezaba un suavísimo balanceo, hacia atrás y hacia adelante. Y explicaba y explicaba y venían iberos y romanos, reyes godos, católicos y almohades, conquistas y reconquistas, en inagotable cascada de fechas y de nombres. Era un movimiento hipnótico, un ir y venir por la historia de España, atrás y adelante en el cuadro cronológico. Qué bien se nos quedaba todo lo que decía, qué explosión de gozo al examinarnos y comprobar cuánto habíamos aprendido. Y ella tan feliz poniendo sobresalientes. Pero se ve que algún notable resentido se fue de la lengua y un mal día el señor director, que era de suspender mucho, le dijo al bedel del colegio que cambiara las mesas de todos los profesores y todas fueron, desde entonces, redondas. Doña Mari inició después un viaje sin retorno hacia la melancolía, se perdía en los anales de sus crónicas y una mañana mientras nos explicaba la cruenta batalla de las Navas de Tolosa le dio un vahído y calló por el acantilado de las consecuencias, acabando con la cabeza rota en la redondez de lo prescrito. Corrió el rumor de que estaba embarazada. La dieron de baja y ya no volvimos a verla. (Es curioso, al bedel tampoco). Las clases de historia las impartió desde entonces el mismo señor director, un momio cuyo único movimiento consistía en descargar la palmeta sobre nuestras manos abiertas. Y así, más o menos, acabamos el curso en paz y al año siguiente cada bachiller hizo la guerra por su cuenta. Después… la vida. No hace mucho me encontré a uno de los compañeros de entonces y volvimos a acordarnos de doña Mari.
-Qué amena era la clase de historia - me dijo- qué controversias, qué disputas. Si me preguntas ahora algo de lo que aprendimos, no me acuerdo de nada. ¡Ay, esta generación nuestra se ha vuelto una desmemoriada! Hemos olvidado nuestra Historia y todos queremos recuperarla.
-Sería hermoso –le contesté- que volviera doña Mari de su embarazo legendario y nos arrojara a la cara la Historia que hemos olvidado.
-Volverá, volverá. Estoy seguro – me respondió - porque aquel que olvida su historia está condenado a repetirla. ___________________________________ Luis Foronda. _____________________ Dibujo de Nono Granero.-

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