lunes, 30 de noviembre de 2009

Proud Mary

Ernesto Vela nos trajo bajo el brazo un disco salvaje de Ike y Tina Turner: "Proud Mary".

El sustituto

Como me diagnosticaron la gripe A, el médico me mandó inmediatamente a casa. La mesa del trabajo se quedó parida de papeles, de expedientes amontonados en pilastras altísimas. Luego me llamó el jefe a casa para decirme que había contratado a una persona que me sustituiría durante la baja. Pasados nueve días de fiebres corpulentas y de toses estentóreas, volví al trabajo. Mi sustituto ya se había ido. Me encontré la mesa limpia, la montaña de papeles convertida en consecuencias, todos los asuntos felizmente resueltos, flores en un jarroncito y un pos-it con un mensaje manuscrito de bienvenida. Pregunté a los compañeros por el misterioso sustituto mío y nadie me ofreció detalles precisos. El jefe me dio su nombre y sus señas, pero personado en su supuesto domicilio, nadie lo conocía. Desconcertado y receloso, acongojado e inquieto, anduve mirando caras, adivinando figuras a mis espaldas. Volví a mi casa, me encontré las habitaciones barridas y fregadas, la comida hecha, el coche limpio, los niños acostados y la mujer satisfecha. Cosas del sustituto. A partir de entonces, todos los días, fuera a donde fuese, hiciera lo que hiciese, cuando yo no estaba el enigmático sustituto mío siempre se me reemplazaba, suplía mi cuerpo, mi presencia y mi apariencia. Aquello creó en mi tal estado de ansiedad, tanta angustia, que caí enfermo de todas las gripes del abecedario. La fiebre acabó conmigo y ahora el sustituto se pudre en mi tumba. Por listo. ____________________________________ Luis Foronda.- Dibujo: Nono Granero.

martes, 24 de noviembre de 2009

El actor. Poema de Benítez Reyes. Homenaje a José Luis López Vázquez

El actor Los focos han dañado mi vista y mi memoria. Yo era Hamlet, don Juan o un noble caballero del siglo diecisiete, sensual y aventurero. Me halagaba el aplauso, despojo de la gloria. Las fotos en la prensa, los cocktails... Era hermosovivir, y era tan fácil. Por dentro, el decoradose iba ya derrumbando. (El arte lo he pagadomás caro que la vida.) Fui rico y licencioso. Tuve lo que los hombres aprecian: tuve amores,viajé por el mundo, tuve esa cosa vil: la fama. Y al final no sé quién soy. Adiós, el telón va a caer por vez última. Las floresque espero son amargas. ¿Quedará algo de mí? En los palcos del mundo mi nombre fue el de un dios.

De «Vidas improbables» Felipe Benítez Reyes Reseña biográfica Poeta, novelista, traductor y ensayista español nacido en Rota, Cádiz, en 1960.Autor de una vasta obra que abarca todos los campos de la literatura, está considerado como una de las voces más influyentes del panorama literario español. Ha sido incluido en las más importantes antologías, gracias a su excelente dominio del lenguaje, que abarca desde el neosimbolismo de su primera época hasta la gran versatilidad de sus trabajos poéticos posteriores.Ha obtenido entre otros, los premios Luis Cernuda, Ojo Crítico, Fundación Loewe, Premio de la Crítica, Premio Nacional de Literatura y Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla 1994 por «Vidas improbables».Parte de su obra poética está contenida en las siguientes publicaciones:«Paraíso manuscrito» en 1982, «Los vanos mundos» en 1985, «La mala compañía» en 1989, «Poesía» en 1992, «Sombras particulares» en 1992, «Paraísos y mundos» en 1996, «El equipaje abierto» en 1996 y «Escaparate de venenos» en el año 2000.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Fumando espero.

Carmen fuma en la acera. A las diez en punto, expulsada del paraíso de la mesa del despacho, se sale a la puerta de la calle y enciende el primer cigarro del día al relente de la mañana. Esa bocanada de humo, tan deseada, llena sus pulmones de un calor exiguo que le devuelve a la realidad de las cosas, se estremece un poco y entonces piensa que tal vez debería haberse puesto el abrigo. Es morena, de pelo corto, muy guapa, algo menuda y muy inquieta. Da pasos cortos, recorriendo los dos metros de escalón del edificio de oficinas en el que trabaja, como si anduviera por un desierto diminuto en el que va purgando su condena. En medio de ese nerviosismo se adivina una mujer elegante, que viste con cierto estilo y que, seguramente, ya pasa de los treinta. Entre el humo que asciende por su cara, brillan unos ojos negros, vivísimos, que miran a todos sitios pero que en realidad ven para adentro, porque siguen trabajando, como si no se permitiesen un segundo de descanso en el ominoso pecado de la nicotina. Manuel la observa todas las mañanas desde la cafetería de enfrente, una cafetería libre de humos, limpia de cenizas, con las paredes llenas de carteles que lo prohíben todo. Manuel también pasa de los treinta y es un hombre de modales pulcros, ajustados al monótono ejercicio de la abogacía. Cada mañana él la observa parapetado detrás de la cristalera inmaculada, la ve rodeada por la gente que llena las aceras, envuelta en la vorágine de los automatismos. Manuel no fuma, dejó de hacerlo hace cinco años, cuando una angina de pecho lo tuvo con una pierna en el más allá. Desde el primer día que vio a Carmen fumando en la acera, se sintió fascinado por ella. De horarios precisos, ahora Manuel sale de su despacho a desayunar cinco minutos antes de las diez, para ocupar el mejor sitio al lado del cristal. Cuando ella aparece y enciende el cigarro de esa forma, cuando aspira el humo y mira un momento al cielo, él se siente incapaz de apartar la vista y permanece así, mirándola hipnotizado. Piensa que la ley antitabaco a él le ha sentado estupendamente, porque le ha dado la posibilidad de conocer a la mujer de su vida, esa misma mujer a la que ahora ve arrojar la colilla al suelo, pisarla con la suela de su zapato de marca y regresar a la legalidad de su despacho. Muchas veces ha pensado en acercarse a ella y decirle algo, pero un estúpido pudor de adolescente se lo ha impedido. Hoy, sin embargo, después de algunas semanas de dudas, ha decido hacerlo. Ha ido al estanco y ha comprado un paquete de tabaco. La ha esperado en la misma puerta del edificio. Puntual como siempre, Carmen ha aparecido buscándose ya el tabaco en los bolsillos. Entonces él le ha ofrecido un cigarrillo. Le ha dicho, así, de golpe: “Permíteme que te ofrezca uno. Desde hace meses te he visto fumar aquí todos los días, a esta misma hora y como a mí tampoco me dejan fumar en el despacho he pensado compartir estos minutos contigo”. Después de cinco años, Manuel enciende su mentira y se la fuma al lado de ella, buscando una verdad que la enamore. Se han presentado y durante cuatro minutos han hablado de lo mal que se han puesto las cosas para los fumadores, de la vergüenza de salir a mostrar los vicios a la calle. En ese coito apresurado con sabor a rubio americano, los dos alcanzan el éxtasis al unísono cuando pisan la colilla del otro y se miran en silencio. Después él se despide ilusionado hasta mañana y ella le responde: -No, perdona, es que mañana ya no salgo: He decidido dejarlo.
Carmen regresa al paraíso y Manuel se pierde por el infierno de la avenida. Unos pasos después, derrotado, se hurga en los bolsillos y antes de llegar a su trabajo, enciende otro cigarro. _________________________________Luis Foronda.- Dibujo: Nono Granero.

La otra mano del dibujante

En las tardes calurosas del verano, buscando el fresco de las plantas bajas en los cortijos solaneros entraban las largas (como diría mi suegro), arrastrándose sigilosas. Y aprovechando la siesta, se acercaban a las cunas para meter su cola en la boca de los recién nacidos a modo de chupete, por si la criatura se despertaba, mientras aproximaba su lengua bífida al pezón sonrosado de la madre amodorrada, robando así la leche para sí.
¿Y esto, a qué viene- se preguntará el oyente- si no estamos en la sección de cuentos? Pues viene al hilo de una conversación que manteníamos Luis y yo al terminar el programa pasado, acerca de lo difícil que es a veces condensar en poco espacio lo que uno quiere decir, lo que uno quiere narrar.
A mí –reconocía- me suele pasar con frecuencia, y más cuando quiero reducir al tiempo escueto de un comentario de radio la fascinación que siento por alguno de los artistas que nos visitan este año desde las baldas de nuestra Librería. Así por ejemplo, conocíamos el otro día a Juan Soriano, y lo conocíamos poco. Porque únicamente tuvimos acceso a esa parte empecinada y a veces oculta del artista que se pelea, se despeina y suda en busca de una perfección que a nosotros, como espectadores, a veces nos cuesta percibir.
Pero el dibujo de Juan Soriano tiene otras caras, que también resulta interesante conocer.
Porque el dibujo, así, en general, es a menudo búsqueda y tanteo, ensayo, preparación y estudio. Es el parque en el que juega el artista, como un cachorro de depredador, a perseguir, derribar y capturar lo que nos rodea y nos alimenta.
Pero también es como un hilo negro en manos de la segunda Parca, y teje entonces historias precisas construidas a base de imágenes fuertes, como la que daba inicio a este comentario.
Es entonces el dibujo, en las manos maduras de Juan Soriano, como un animal sencillo que convive con nosotros y nos contagia un modo de comprender el mundo mientras se ofrece como mediador para acercarnos a él.
Desde aquí os animo a conocerlo. Porque con su limpieza y su exquisitez, estos dibujos son lo más parecido a encontrar una rosa explotando de rojo en pleno mes de Noviembre. Es decir: son algo impensable, pero incontestable.
Nono Granero
AMIGO ENIGMA. Los dibujos de Juan Soriano. Orlando GONZÁLEZ ESTEVA. Ave del Paraíso Ediciones. Madrid, 2000.

sábado, 14 de noviembre de 2009

El infinito

Don José, maestro de matemáticas, intentaba cada día abrir nuestras cabezotas infantiles con conceptos numéricos de incomprensible belleza. Por eso, cuando Paquito Robles, levantó la mano y le preguntó: “Maestro, ¿Qué es el infinito?”, el bueno de don José se quedó un instante con la mirada perdida, cogió luego una tiza y apoyó su punta en un extremo de la pizarra. Contestó: “Mirad, el infinito es esto”. Y empezó a trazar una línea recta, por todo el encerado. Cuando llegó al otro extremo de la pizarra siguió trazando la línea blanca por la pared de la clase y cuando la completó, salió por la puerta sin despegar la tiza, a lo largo del pasillo, hasta alcanzar la calle. Y así, a través de la ventana, lo vimos perderse detrás de una esquina. A Paquito Robles, a mi mismo, nos hubiera gustado que don José, aunque lo queríamos mucho, no hubiera regresado nunca, porque eso le habría proporcionado un final fantástico a la historia. Sin embargo, al cabo de diez minutos, don José volvió a aparecer por la puerta de nuestra clase, profundamente abatido. Nos miró a todos y luego sentenció con un dejo de melancolía: “Niños, el infinito es mentira, el infinito termina justo cuando se acaba la tiza”. _________________________Luis Foronda .- Dibujo: Nono Granero.

Un niño con una caja

Me encanta ver a un niño con una caja llena de cosas. Da igual que sean juguetes, piezas de puzzle, o ropa usada en un cesto.

Vuelca el niño la caja de golpe, o saca los objetos lentamente. Primero un objeto, luego otro y luego otro más. Cuando todos están fuera, de uno en uno y en cualquier orden, se vuelven a meter adentro.

Después, vuelta a empezar. El mundo es siempre nuevo y cada aparición es celebrada con una sonrisa, con la búsqueda de una mirada cercana que apruebe lo que se hace, que comparta nuestro hallazgo. Ahora están las cosas, ahora no están. Meto la mano y saco un conejo, distinto cada vez, de la chistera.

Me hechiza ver a un niño con un arca llena de objetos. Da igual que sean trastos, fragmentos de puzzle, o ropa utilizada en un cesto.

Inclina el niño el cajón de golpe, obtiene las esencias espaciosamente. Inicialmente un centro, luego otro y luego otro más. Cuando todos están externamente, de uno en uno y en cualquier disposición, se tornan a introducir interiormente.

Más tarde, vuelta a principiar. El universo es eternamente reciente y cada aparición es alabada con un gesto, con la investigación de una ojeada colindante que abone lo que se hace, que colabore con nuestro descubrimiento. Hoy están los entes, hoy no están. Encajo la ayuda y saco un gazapo, diferente cada ciclo, de la galera.

Me fascina advertir a un rorro con un receptáculo colmado de cuerpos. Proporciona parejo que existan artefactos, fracciones de puzzle, o indumentaria esgrimida en un cesto.

Soslaya el vástago la gaveta súbitamente, logra las propiedades anchamente. Originariamente un foco, incontinenti nuevo y al puesto extraño acrecentamiento. Cuando indivisibles vegetan caramente, de uno en uno y en cualquiera habilidad, se llegan a empotrar íntimamente.

Aumento crepúsculo, rotación a emprender. El cosmos es perpetuamente flamante y el ciclo aparición es ensalzado con una mueca, con la indagación de un vistazo conurbano que fertilice lo que se crea, que auxilie con de nosotros develamiento. Actualmente constan los sujetos, de sol a sol no habitan. Ajusto el auxilio y extirpo un yerro, desigual cada período, de la carreta.

Yo pienso en este juego viendo hoy los dibujos de Juan Soriano, que es nuestro visitante desde la Balda del Arte de hoy.

Durante dos años seguidos dibuja a Lupe Marín. Termina de hacer un apunte, un estudio y, dependiendo de la urgencia, en el mismo papel o en otro distinto, vuelve a trazar las líneas que la convocan. Algunas veces sale más grande. Otras, más pequeña. En otras ocasiones se viste con colores para distraerse, para intentar atrapar con redes nuevas lo que parece escaparse entre los dedos como arena.

Para ojos extraños, pudiera parecer que el artista es una especie de Sísifo condenado a repetir fatigosamente en busca del detalle pequeño. Pero tranquilos: descubriendo el mundo, el artista es, en realidad, un niño con una caja.

Nono Granero

AMIGO ENIGMA. Los dibujos de Juan Soriano. Orlando GONZÁLEZ ESTEVA. Ave del Paraíso Ediciones. Madrid, 2000.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Espejos y macroscopios

Paseamos.

A nuestro alrededor, cientos de personas se afanan en las tareas de cada día. Unas son altas, otras son pequeñas; unas llevan ropa de trabajo, con polvo y con desgaste, mientras otras dejan rastros de perfume dulce mientras tintinean con el brillo de seda de sus ropas. Algunas sonríen, otras silban, otras manotean mientras gritan al móvil al caminar. Pero también las hay paradas, charlando un rato con alguien que tampoco tenía prisa. Unas van al sol, y otras a la sombra.

Todas iguales, todas diferentes, como decía la campaña aquélla. Y todas un enorme enigma. Hagamos la prueba:

Coloquemos un momento nuestra mano sobre la mesa. Está quieta. Mirémosla con atención. Si queremos, podemos mover un dedo pero, por ahora, no lo hacemos. Sigamos mirando y, en cualquier momento, a voluntad, levantemos el índice y volvamos a bajarlo. ¿No es extraño? ¿No es maravilloso?

Alguien vendrá a decirme que dónde está la sorpresa, si es algo que hacemos todos los días. Incluso podríamos explicarlo un poco, mencionando a las neuronas o a la velocidad del pensamiento... Yo veo carne que se mueve. Y esa carne y ese hueso, sin que pueda comprenderlo del todo, algunas veces se mueve, y otras no. Pensemos un momento en eso al repetir el movimiento del dedo.

Algo de este extrañamiento ante lo cotidiano hay en la obra que Emilio Maldomado. Y por eso me gusta tanto ver a artistas que continúan indagando acerca de la figura humana, interrogándola una y otra vez sobre lo que uno intuye que no va a acabar de entender nunca.

Frente a ese misterio enorme de lo que somos, de lo que el mundo es, no queda a menudo más que hacer de espejo y dar fe, y constatar que las cosas son como son porque son. El pintor empleará para ello los medios que le son propios. Y si uno es Maldomado, insistirá, porque los espejos propios nunca son neutros, en un aspecto concreto de esa persona. Desfilarán así en su exposición personajes atrapados dramáticamente por su pasado, mientras otros se muestran lánguidamente activos, como tomando aire y empastándose para coger corporeidad, intentando vivir como si fueran un nuevo Golem.

Juega el artista a recrear, y le pasa lo que a Aulë: que , cuando abandona la tarea, ve que todo está muerto sin su voluntad, a pesar de tener cuerpo, masa, espacio, y todas las condiciones que uno creía que hacían falta para convocar la vida. Y no queda entonces otra opción que, incansable, volver a la carga. Poner pintura roja como sustituto de la sangre, poner materia gruesa como un ensalmo denso para levantar al muerto de entre las superficies lisas de su lienzo. Arañar como quien busca desesperado la superficie al otro lado de la tela, semejante a una sepultura oscura.

Habrá quien piense que lo que ofrece esta exposición son imágenes de angustia; quien encuentre algo desagradable, desasosegante o incómodo lo que la muestra ofrece. Pero estas pinturas, estos relieves y estos dibujos no son sino ese nuevo viejo intento de ampliación que ofrece el macroscopio de Maldomado, en busca del menudo mecanismo oculto que nos hace capaces de mover un dedo. Que nos hace, simplemente, estar vivos.

Nono Granero

Exposición de Emilio Maldomado. Diversos sin rima.

Del 8 de Octubre al 15 de Noviembre

en la Sala de Exposiciones Zabaleta. Campus Las Lagunillas, Jaén.

RESUMEN PROGRAMA del 7 y 8 de NOVIEMBRE

Sábado 7 de Noviembre Lo que son las cosas: Deseando como estamos de quitarnos de encima la melancólica ceniza de los muertos y no paramos de escribir condolencias por personas del mundo cultural que nos dejan. Días tristes, sin duda. Para atemperar el frío de la pérdida, empezamos con una emocionante reflexión de Francisco Ayala, titulada “Mientras tu duermes” e incluida en su libro “El Jardín de las delicias”. Ayala, el último gran representante de la generación del 27, el humanista, narrador, novelista, alma libre y lúcida de las letras españolas del siglo XX, falleció en Madrid el pasado martes. Este fin de semana ha estado muy presente y le hemos rendido homenaje con la gratitud y con la orfandad del que se reconoce deudor absoluto de su obra. Junto a Francisco Ayala, hemos tenido ocasión de hablar de libros con José Carlos Moral, novedades editoriales, nuestra sección "pasen y lean" y una interesante entrevista con un inglés, profesor y escritor, que vive en Ubeda y que ha escrito un libro de viajes por la ciudad. Un paseo divertido, plagado de anécdotas “Along the way”, (A lo largo del camino) con Jon Linsay Miles. Cerramos esta primera hora escuchando a Sabina. "Tiramisú de limón". Es el anticipo de su próximo disco. ----------------------------------------------------------------------------

Domingo, 8 de Noviembre.-
Empezamos con Lester Burnham, interpretado por Kevin Spacey, despidiéndose de la vida, en la escena final de “American Beauty”, de Sam Mendes. Con Nono Granero nos acercamos a Jaén, en concreto a la Sala de Exposiciones del Campus de Las Lagunillas, a visitar la exposición "diversos sin rima" del artista linarense Emilio Maldomado, que estará abierta hasta el 15 de noviembre. (VER COMENTARIO EN EL BLOG). A continuación Nani Granero, nos contó la historia de un cráneo parlante y de las consecuencias que a veces acarrea "la palabra". Ernesto Vela rindió homenaje a dos cantaoras de raza: las hermanas Fernanda y Bernarda de Utrera. Eli Hortelano trajo de nuevo la obra de Francisco Ayala a su sección. Leyó un texto muy hermoso titulado "El pájaro azul". Emocionado recuerdo también el de Pepe Fuentes al grandísimo José Luis López Vázquez, con comentarios de algunas de sus películas y fragmentos sonoros de "Atraco a las tres" y de "Plácido". La cantante Zahara, alma y musa del programa, lo despidió con la canción "Tú me llevas" incluida en su disco "La fabulosa historia de..." -------------------
Decía Francisco Ayala que "La patria del escritor es su lengua". Así que nada: Un fin de semana haciendo patria.

jueves, 5 de noviembre de 2009

RESUMEN PROGRAMA DEL 31 DE OCTUBRE Y 1 DE NOVIEMBRE

SÁBADO 31 DE OCTUBRE Fin de semana dedicado a los difuntos (inevitable como la muerte): Le hemos dado vidilla al hecho de morirse y a sus derivaciones. Al final, como siempre, muchas coindencias. Empezamos el programa con la historia introductoria titulada "Nemesio sombra" (un vivo aparentemente muerto o al revés), siguieron las novedades editoriales de José Carlos Moral y el avance de próximas presentaciones de libros. Luego nos fuimos de paseo por Ubeda junto a Andrea Pezzini, gerente de Artificis y con Alfredo Benavente, botánico, profesor y escritor. Alfredo nos enseñó la Ubeda verde, la ciudad con sus árboles y con sus arbustos. Todo ello puede leerse un su libro “El Arbolado en los espacios públicos de Ubeda”. La canción de la semana estuvo dedicada a la apertura de la fosa de Federico García Lorca en Alfácar y a la memoria de tantos huesos enterrados en las fosas comunes de la guerra, en las cunetas del fanatismo y de la intolerancia. ¿La canción? "Huesos" cantada por Pedro Guerra. DOMINGO 1 DE NOVIEMBRE Nono Granero dedicó su sección "La balda del arte" al crítico de arte José Antonio Ramírez y a su libro "Marcel Duchamp: el amor y la muerte, incluso" (Ver comentario en el blog). Antonia Mulero nos contó la divertida y reconfortante historia de un muerto que finalmente resultó estar "muy vivo" (las coincidencias que decía al principio). Con Eli Hortelano nos fuimos directamente al cementerio. Nos encontramos allí a Doña Inés de Ulloa y a Don Juan Tenorio. (No hay quien pueda con nosotros). Ernesto Vela volvió a sorprendernos con la canción "la muerte no es el final", que en España se utiliza para rendir homenaje a los soldados muertos en las distintas contiendas. Pepe Fuentes aprovechó el pase por televisión de "El día de la bestia", para hablar del cine de Alex de la Iglesia. Javier Gordillo nos invitó a boniatos y nos hizo una carrillada con toda la imaginación, el sabor y el buen humor del que siempre hace gala. Lo dicho, un fin de semana lleno de sorpresas, pero ya decía aquel que "La vida es la constante sorpresa de saber que existo".

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Historia introductoria del 31 de Octubre

Nemesio sombra A mediados de los años cuarenta, el bromista empleado de la imprenta local, tuvo la ocurrencia de imprimir una esquela con el nombre de Nemesio López Expósito, su vecino, sin que éste, naturalmente, se hubiera muerto, a modo de guasa o de venganza, nunca se supo. El caso es que la esquela con el nombre de Nemesio López Expósito, de 69 años de edad, descanse en paz, fue colocada en los lugares donde se colocaban habitualmente las esquelas verdaderas, las que anunciaban la muerte verdadera de muertos verdaderos. Y fue tomada por verdadera la muerte falsa de Nemesio López Expósito, que, dicho sea de paso era un tipo bastante oscuro, soltero, misántropo, de poco salir a la calle, de poco trato con la gente, en fin. Todos los vecinos del pueblo dieron por hecho que Nemesio López estaba muerto y enterrado. Así que cuando nuestro hombre puso los pies en la calle una de aquellas noches de noviembre, con su cansino caminar y con su careto ajado de soledad, los que lo vieron aparecer por los callejones creyeron que se trataba de un fantasma. Gritos de pánico dieron algunos y otros echaron a correr aterrados por la aparición del supuesto difunto. Así, pronto se corrió la voz de que Nemesio López Expósito se presentaba y ya juraban que flotaba, que su calavera resplandecía o se inventaban mensajes más o menos apocalípticos con voz de ultratumba. A Nemesio López Expósito, al principio le extrañaba aquel pavor que producía su presencia en las personas con las que se cruzaba, pero luego escuchó a alguien contar lo de su muerte en un corrillo y lo comprendió. Tan hosco como era, le pareció hasta bien y le fue pillando el gusto al tema, al ver que dejaron de molestarle los acreedores, que ya no recibía las fastidiosas cartas del juzgado, o que podía colarse en las alacenas de las casas y zamparse lo que pillara por delante. Así que siguió cómodamente asentado en su ficticia muerte durante mucho tiempo. Salía de noche, producía el espanto de algún incauto y volvía a su casa, tan ricamente. Fueron pasando los años y hasta las décadas y Nemesio López Expósito, hoy en día sigue apareciéndose por las calles de Ubeda. Puedo dar fe de ello, porque lo he visto. No me pregunten cómo es posible, porque echando cuentas, si aquello pasó a mediados de los cuarenta, ahora debería de tener más de 130 años de edad. Ya sé que es muy raro, pero puedo jurar que lo he visto y que Nemesio López Expósito sigue vivo. …O tal vez no.
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Luis Foronda

lunes, 2 de noviembre de 2009

Un cartógrafo en el Laberinto

En la escuela me dijeron un día –no recuerdo ya quién fue, pero estaría de paso-, que era más difícil saber preguntar que saber responder. Yo, ufano con los sobresalientes que me guardaba en el bolsillo cada vez que decía lo que debía, no entendí entonces ese consejo, claramente contrario a lo que allí se practicaba. Pero veo hoy en televisión a una persona que se tendrá a sí misma por periodista, encarar a otra y espetarle: -“Entonces, ¿después de la tempestad viene la calma?” La mirada del entrevistado no sabe si tomar el camino de la indulgencia o el del desprecio. Pero yo reconozco, una vez más, bajo la apariencia del que busca una cierta verdad, a otro terrible Empequeñecedor de Mundos. Uno de ésos que, para mantener una conversación siempre tiene en cuenta que no hay que buscarle los tres pies al gato, ni meterse en camisa de once varas, sobre todo si convenimos en que todo el pescado está ya vendido y, por tanto, no hay más leña que la que arde. Es en momentos así, cuando se echa especialmente de menos a personas como Juan Antonio Ramírez, que murió el pasado Septiembre. Yo lo conocí, como a tantos otros que vendrán esta temporada por La Librería, porque vive en una de las baldas de mi estantería. Desde allí se empeña, aún hoy, en confirmarme que, como decía Robert Graves, el poeta siempre tiene una pregunta más. Y otra después. Juan Antonio Ramírez es –y no utilizo el pasado, por la virtud de los libros-, un Teseo capaz de manejar treinta hilos de Ariadna para hacerse una bufanda mientras sale del Laberinto. Un paseante que disfruta encontrando una piedra y preguntándole sobre su aspecto estético, sabiendo que obedece a diez mil años de historia y geología. Una abeja obrera que liba en cien flores distintas para fabricar un polen con el que nutrir artísticas hambres incipientes. Si Duchamp fue alguna vez, para mí, el artista más revolucionario del siglo XX, lo fue gracias a “Duchamp: el amor y la muerte, incluso”, un libro tan exhaustivo sobre su obra que casi se convierte en uno más de sus habituales manuales de uso. Y si Picasso no dejó de elevarse ante mis ojos, se debió, en parte, a las observaciones que Juan Antonio desarrolló, con pluma de mercurio, en el capítulo “Historia de unas lágrimas”, que incluye el libro “Corpus Solus”. Pero hubo –hay-, mucho más en cada uno de esos textos y en otros artículos que, dispersos aquí y allá, entreveraban revistas de arte y en las que, siempre, destacaba su manera sencilla de reunir, en un mismo espacio, al murciélago y al pupitre de Alicia. Así que hoy, en tiempo de Santos y Difuntos, vaya un lamento por su pérdida, al tiempo que un brindis por su ejemplo. Yo, por mi parte, apostaré por seguir pensando que la costa no es redonda, que una dendrita y un cocotero deben tener algo en común más allá de su número de letras, y que el arte no es más que un juego de preguntas encadenadas a las que sienta mal el eco. Eso sí: asumiré que, en lo sucesivo, no me van a poner más sobresalientes. Nono Granero -Duchamp: el amor y la muerte, incluso. J.A. RAMÍREZ. Ed. Siruela, Madrid, 1993. -CORPUS SOLUS. Para un mapa del cuerpo en el arte contemporáneo. J.A. RAMÍREZ. Ed. Siruela, Madrid, 2003.