sábado, 14 de noviembre de 2009

Un niño con una caja

Me encanta ver a un niño con una caja llena de cosas. Da igual que sean juguetes, piezas de puzzle, o ropa usada en un cesto.

Vuelca el niño la caja de golpe, o saca los objetos lentamente. Primero un objeto, luego otro y luego otro más. Cuando todos están fuera, de uno en uno y en cualquier orden, se vuelven a meter adentro.

Después, vuelta a empezar. El mundo es siempre nuevo y cada aparición es celebrada con una sonrisa, con la búsqueda de una mirada cercana que apruebe lo que se hace, que comparta nuestro hallazgo. Ahora están las cosas, ahora no están. Meto la mano y saco un conejo, distinto cada vez, de la chistera.

Me hechiza ver a un niño con un arca llena de objetos. Da igual que sean trastos, fragmentos de puzzle, o ropa utilizada en un cesto.

Inclina el niño el cajón de golpe, obtiene las esencias espaciosamente. Inicialmente un centro, luego otro y luego otro más. Cuando todos están externamente, de uno en uno y en cualquier disposición, se tornan a introducir interiormente.

Más tarde, vuelta a principiar. El universo es eternamente reciente y cada aparición es alabada con un gesto, con la investigación de una ojeada colindante que abone lo que se hace, que colabore con nuestro descubrimiento. Hoy están los entes, hoy no están. Encajo la ayuda y saco un gazapo, diferente cada ciclo, de la galera.

Me fascina advertir a un rorro con un receptáculo colmado de cuerpos. Proporciona parejo que existan artefactos, fracciones de puzzle, o indumentaria esgrimida en un cesto.

Soslaya el vástago la gaveta súbitamente, logra las propiedades anchamente. Originariamente un foco, incontinenti nuevo y al puesto extraño acrecentamiento. Cuando indivisibles vegetan caramente, de uno en uno y en cualquiera habilidad, se llegan a empotrar íntimamente.

Aumento crepúsculo, rotación a emprender. El cosmos es perpetuamente flamante y el ciclo aparición es ensalzado con una mueca, con la indagación de un vistazo conurbano que fertilice lo que se crea, que auxilie con de nosotros develamiento. Actualmente constan los sujetos, de sol a sol no habitan. Ajusto el auxilio y extirpo un yerro, desigual cada período, de la carreta.

Yo pienso en este juego viendo hoy los dibujos de Juan Soriano, que es nuestro visitante desde la Balda del Arte de hoy.

Durante dos años seguidos dibuja a Lupe Marín. Termina de hacer un apunte, un estudio y, dependiendo de la urgencia, en el mismo papel o en otro distinto, vuelve a trazar las líneas que la convocan. Algunas veces sale más grande. Otras, más pequeña. En otras ocasiones se viste con colores para distraerse, para intentar atrapar con redes nuevas lo que parece escaparse entre los dedos como arena.

Para ojos extraños, pudiera parecer que el artista es una especie de Sísifo condenado a repetir fatigosamente en busca del detalle pequeño. Pero tranquilos: descubriendo el mundo, el artista es, en realidad, un niño con una caja.

Nono Granero

AMIGO ENIGMA. Los dibujos de Juan Soriano. Orlando GONZÁLEZ ESTEVA. Ave del Paraíso Ediciones. Madrid, 2000.

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