Comenzaré hoy haciendo un poco de historia pequeña: hace alrededor de un año, comentamos en esta Balda del Arte una exposición en un lugar atípico. Intentando, como lo hacemos siempre, que el arte no sea algo ajeno a nuestros mundos particulares, sino una posibilidad de enriquecer y ampliar horizontes en nuestra casa, aplaudíamos la iniciativa que el pub La Beltraneja de Úbeda tomaba: utilizar las paredes del local para algo más que envolver personas con copa en la mano.
La idea, desde luego, me parecía interesante. Y me gustaba imaginar grupos de amigos en los que alguien, en mitad de una conversación a punto de naufragar por el embate fuerte de la música o la marejada bramante del resto de las voces, lanzaban su vista alrededor y, como quien arroja un cabo a puerto, anclaba por un momento su mirada en el mapa de un cuadro que, como una sirena, lo encantaba por un instante.
Y luego, ya de vuelta, esa experiencia haría virar la conversación hacia otra costa, cambiaría el rumbo empujada por el viento de un hombro de grafito, o por la irreverencia blanca de una virgen con ratón. Y aunque hay quien piensa sobre estas propuestas que quizá el sitio no es el más adecuado, es justo eso lo que, precisamente por parecer tan a contracorriente, siempre me resultó más atractivo.
Quizá sea entonces por recoger el guante de esa objeción y responder aún con más empeño en la defensa de la necesidad de impregnarlo todo con la espuma del arte y la intención, por lo que hemos montado la exposición de que hoy quiero hablaros brevemente.
Y digo hemos, porque está hecha a cuatro manos, o a dos voces, que no son otras que las que ahora mismo andamos por este espacio de las ondas.
Los fieles a esta cita ya sabrán que suele comenzar con una Historia Introductoria que Luis Foronda inventa para engrosar los anaqueles de esta Librería. Y los muy fieles conocen también el blog que, desde hace dos años, acompaña y complementa este programa. En él, desde su comienzo, compartimos proyecto él y quien escribe esto, ampliando el relato que viaja por el aire con una imagen que lo hace por los píxels.
Esos cuentos nacen con fuerte vocación de brevedad, acuciados por las condiciones del medio. Y así lo hacen también los dibujos que las acompañan, en un juego que, semana tras semana, nos mantiene expectantes, ilusionados, y en forma, con los reflejos alerta, descubriendo cada día más historias alrededor, y más detalles que se convierten en trazo para construir otras realidades que, lejos de ser verdaderas, resultan por ello espoleadoras para el lector de imágenes y textos –que las dos cosas se pueden y se deben leer-.
Así que permitidnos comenzar este año con una invitación a lo que es nuestra fiesta: un lugar que colonizar, también, para el arte y la lectura. Os invitamos a pasar por La Beltraneja y a paladear Wisky doble y otros relatos verticales, once obras que pueden embarcaros, entre sorbo y sorbo, en otros mares de tipo y tinta con los que conocer horizontes distintos.
Nono Granero
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