martes, 2 de noviembre de 2010

Polvo eres


Un sábado por la noche, muy tarde, camino de la casa de Eva, pasaba yo por la calle del cementerio, tan solitaria e inquietante, seccionada por un viento frío de ráfagas constantes, cuando de alguien se me acercó por detrás y puso su brazo sobre mi hombro.
-No te asustes. – dijo – Soy tu amigo Víctor.
Yo me asusté, claro, porque mi amigo Víctor se había muerto hacía dos meses. Vi su cadáver y lloré un poquito, incluso, junto a su ataúd. Sin embargo, disimulé mi espanto y no detuve mi paso. Y él, caminó renqueando, con su brazo sobre mi hombro, como una extraña pareja, por la acera.
-Escucha –añadió- Te extrañará que me presente así, con esta facha, pero es que soy un muerto en pena por culpa de mi mala conciencia, que no me deja descansar en paz. He dejado un par de cosas pendientes en el mundo de los vivos y necesito resolverlas antes de emprender el viaje definitivo. La primera es contigo, a ver cómo te lo explico, que hace un tiempo tuve un lío con Maria del Carmen, tu mujer, vamos que éramos amantes, que me la trajinaba por decirlo en lenguaje llano... y que teniéndote, -como te tengo,- por amigo, ese asunto era una losa sobre mi conciencia y ahora que, por fin, he descargado mi culpa, ya puedo descansar en paz. Y la otra cosa pendiente que tengo es que mi jodida familia me prometió que me incineraría, pero al final se rajaron porque son unos clásicos y me metieron en un nicho, los muy carcas. Ahora tengo que presentarme ante ellos, así con este aspecto y convencerlos para que exhumen mis restos y los incineren. Polvo eres y en polvo te convertirás, dice la Biblia… y así debe ser.-
Yo pensé: -Qué muerto más gilipollas. Incluso peor que vivo.
Nos paramos. Giré mi cabeza hacia él. Miré sus ojos secos, él apretó un poco la mandíbula descarnada y bajó su brazo agusanado de mi hombro. Yo saqué tranquilamente un cigarro del bolsillo, luego una cerilla, encendí el cigarro y aspiré el humo y con la cerilla todavía encendida arrimé la llama a su chaqueta raída que ardió inmediatamente y convirtió al zombi-amigo en una bola de fuego. Como un espantajo iba y venía de una acera a otra dando brincos, hasta que después de unos minutos de combustión, quedó reducido a cenizas en medio de la calle. Luego sopló el viento y las dispersó, las elevó hacia la copa de los árboles y desaparecieron.-
-Buen viaje. – dije.-
Cuando llegué a casa de Eva, ella me miró.
-Hijo, qué cara traes, ni que hubieras visto un fantasma.
-¿Y si te dijera que he visto al zombi de tu marido hace un momento?
– le dije.
Ella se aguantó la risa
-Qué cosas tienes. – contestó.
Y sin dejar de sonreír me arrastró hasta la cama, donde, evidentemente, nos convertimos en polvo.
_________________________Luis Foronda. Dibujo de Nono Granero

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