miércoles, 17 de noviembre de 2010

Contemplar, conocer.

Pesa tanto en nuestro modo contemporáneo de entender el arte la necesidad de ver tras cualquier obra la expresión propia y particular de un artista, la pretensión de hacer siempre de lo mostrado símbolo o metáfora de realidades distintas, que la que hoy comentamos nos resultará chocante a la fuerza.

Porque imbuidos como estamos de ideas estéticas que, si no andamos con cuidado, se vuelven pilares inamovibles que nos incapacitan para probar otros platos, las imágenes de Celestino Mutis, cuya pretensión no era la de emocionar con los medios utilizados, sino la de ofrecernos aquello que andaba lejos de nuestros ojos, nos parecerá casi anacrónica.

José Celestino Mutis, nacido en Cádiz el 6 de abril de 1732 era, en realidad, matemático, sacerdote y, lo que más nos interesa, botánico. Pero sumaba a todo ello la habilidad y la formación necesarias para llegar al fondo de lo que estudiaba con otras herramienta, aparte las linguísticas, numéricas o ilógicas.

En esos tiempos sin cámara de fotos, Celestino, con paciencia y dedicación de científico, componía –porque lo hacía con intención-, láminas en las que mostrar las formas concretas de las plantas nuevas con que se iba topando en sus viajes de descubrimiento.

Con autores como Celestino Mutis o Audubon comencé yo a dibujar naturaleza y a disfrutar de la disposición rica de las plumas, de la variedad de texturas inimaginables a priori de un ave o de una planta. Y entendí por qué se enseñaba en las escuelas del XVIII y del XIX (y en el XX hasta hace poco) a manejar el lápiz.

Lo saben todos aquellos que se acercan al dibujo y lo asocian a una disciplina: El dibujo hace lo que otras herramientas no pueden: elige, remarca, destaca, selecciona, elude, enfatiza. Muestra selectivamente y propone, no sólo mímesis, sino conocimiento. Y si alguien piensa que para eso andan la cámara y el microscopio, me permito remitirlos al reportaje de National Geografic del pasado mes de septiembre, y a la nota que acompaña las fotografías hechas a huevos de insectos: las imágenes resultantes fueron coloreadas para reproducir el aspecto natural de los huevos, dice. Y el PhotoShop, aunque sea en ceros y unos, no deja de ser una herramienta de dibujo.

Dibujos, pues, que abren las mismas puertas de la fascinación, en su detalle, casi de la misma manera en que lo hacen las palabras que los acompañan. Porque nombrar, como bien sabían quienes escribieron las cosmogonías del mundo, es crear. Y decir “Passiflora Adulterina” ya empuja la imaginación por nuevos territorios.

Por eso hoy, frente a la afirmación del individuo sobre lo que le rodea, frente a la pretensión legítima pero a veces ortopédica de la búsqueda del estilo, frente a la postura soberbia del que se quiere autorreferencial, sorprende la limpia humildad, la constancia y el paso atrás que da quien, únicamente, utiliza su arte para comunicarnos a todos, para compartir con nosotros el milagro cotidiano que nos rodea y en el que a veces somos incapaces de reconocernos, aunque seamos parte integrante del mismo.

Nono Granero

'Imágenes del paraíso'. Real Jardín Botánico Madrid. Hasta el 23 de enero de 2011.

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