sábado, 21 de mayo de 2011

Brillante, brillante.


Guillén Pelayo siempre llevaba la boca llena de promesas, promesas que nunca cumplía, por imposibles, por poco atractivas o porque al final derivaban en simples tonterías. Tampoco es que le importara mucho, no tenía Guillén Pelayo problemas de conciencia, ni sus asiduos demasiada memoria. Pero eso fue hasta que conoció a Mónica, de la que se enamoró y a la que siempre le preguntaba:
- ¿Tú qué quieres? Pide y yo te lo consigo.
- ¿Yo qué voy a querer? - contestaba ella – Nada.
Pero Guillén Pelayo le insistía y una noche en que estaban al raso mirando las estrellas, para ver si se callaba, ella levantó el brazo y señaló al cielo: esa estrella de allí.
Y como pensó que la mala fama que le precedía podía hacer peligrar su historia de amor, al día siguiente Guillén Pelayo le compró cincuenta globos de helio al hombrecillo del carro de las chucherías y provisto de su mochila ascendió a los cielos. Allá iban con él Bob Esponja, el unicornio, la sirenita y Mickey Mouse. Al llegar, Guillén Pelayo saltó de una estrella a otra y alcanzó la señalada, la echó a la mochila y luego fue pinchando gradualmente los globos de helio, buscando el descenso, en una especie de asesinato múltiple de personajes infantiles. Pero la caída no se produjo como Guillén Pelayo había previsto, el viento lo arrastró y acabó aterrizando en una ciudad extraña. En ella había revuelo ese día, celebraban votaciones para elegir a un nuevo príncipe, porque el anterior ya no les servía. Así que cuando vieron caer del cielo a Guillén Pelayo, sujeto a unos globos tan pomposos y con una estrella tan brillante cargada a las espaldas, pensaron enseguida que aquél era el mejor candidato para ocupar el trono. Lo hicieron príncipe en un segundo. Honores y boato, poder y riqueza. Tanta fue la gloria que Guillén Pelayo se olvidó pronto de su novia y de la promesa que le hizo. Pero a los tres días se desinflaron los pocos globos que quedaban y a los tres meses se apagó la estrella que trajo del cielo. Se le acabó la gloria y sus súbditos quisieron derrocarlo, así que para evitarlo Guillén Pelayo empezó a prometer, a prometer y a prometer. Pero se dio cuenta de que ya era demasiado tarde, de que todo estaba perdido, cuando miró al cielo y vio descender a otro hombre, sujeto a globos de colores y con otra estrella, brillante, brillante, metida en la mochila.
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.

2 comentarios:

  1. Brillante metáfora. A ver si acierto luis: la novia podría ser españa, ese pais extraño podría ser nuestra democracia (¿real?), guillen pelayo podria ser zapatero (o marcelino) y el que cae del cielo podría ser rajoy (o pepe robles)

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  2. Brillante, brillante narración. Lo curioso es que nos queda boquiabiertos tu cuento cuando es algo que vemos a diario en la calle y en los periódicos. Alguien como tú nos lo tiene que "traducir" a cuento, para que veamos lo que leemos cada día en los periódicos. Espero verte pronto y que mi promesa no se desinfle como los globos de Guillén.

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