miércoles, 29 de diciembre de 2010

“Wisqui doble y otros relatos verticales”

Exposición conjunta de Nono Granero y Luis Foronda.

Nono Granero y Luis Foronda inauguran este jueves, día 30 de Diciembre, en el Pub “La Beltraneja” de Ubeda, la exposición conjunta titulada “Wisqui doble y otros relatos verticales”: Una selección de once cuentos breves escritos por Luis Foronda e ilustrados por Nono Granero que de esta manera enseñan al público parte del trabajo conjunto que llevan realizando desde hace algunos años para el programa “La Librería” de Radio Ubeda.

Luis Foronda y Nono Granero, conocidos en los ámbitos literarios y artísticos de la ciudad, están convencidos de que un pub puede ser el lugar perfecto para mirar un cuadro o para leer una historia y de que la cultura tiene que salir de los lugares habituales y moverse por terrenos diferentes. Son once historias que abordan las pasiones humanas, (el amor y la muerte, el sexo y el arte, la soledad y la imbecilidad), escritos y dibujados con un punto de ternura, dos puntos de ironía y tres puntos suspensivos.

La exposición podrá verse (y leerse) durante las próximas semanas en el Pub La Beltraneja de Ubeda.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Teoría de los vasos comunicantes.

La mañana gris traía necesidad de contacto. Tú tenías rubor en las mejillas, un punto de brillo rojizo y un paño de humedad secreta a lo largo de tu cuello. Mirabas fijamente a la pizarra, ensimismada, como atendiendo a las explicaciones del maestro: "Cuando se ponen en comunicación dos depósitos que contienen un mismo líquido que, en principio están colocados a distinta altura, el nivel de uno de los depósitos baja y sube el del otro, hasta que ambos se igualan". Trataba el maestro de Física de revelar el secreto mismo de la vida y lo hacía con su habitual desgana. Qué idiota. Pero nos sobraba todo. No hacía falta tanta palabrería, ni tanta tiza, ni tanto detalle. Tú y yo ya lo habíamos entendido: llevábamos mucho rato con la manos juntas debajo del pupitre.-
Luis Foronda. Dibujo de Nono Granero

jueves, 16 de diciembre de 2010

El lápiz es el imán de mi brújula

Preguntaba el robot la semana pasada acerca de los materiales tradicionales del arte, poniéndolos en cuestión a la luz verdosa de lo digital. Y aunque es costumbre en esa sección que yo no comente nada al respecto, algo voy a tener que decir, al hilo feliz de la exposición que recomendamos hoy.

Porque frente al machacón cliqueo del ratón o a la superficie deslizante de la tableta gráfica; frente al comando abreviado y a la luz de frente, hay herramientas que, como el libro que algunos hoy cuestionan, son inmejorables.

Cuento una pequeña historia que no sé si habré relatado ya en alguna ocasión: Dicen que cuando los estadounidenses comenzaron con sus paseos espaciales, se encontraron con un problemilla de ésos que parecerían tontos si uno no se encontrase flotando en el vacío. Resulta que allí arriba, en entornos de ingravidez, los bolígrafos no funcionaban. Si habéis escrito alguna vez la lista de la compra en el papelito que hay pegado con los imanes al frigorífico, también lo habréis comprobado: sin la ayuda de la gravedad, la tinta no cae.

Pues bien: tras investigar mucho –ya sabéis que a cosas como ésta debemos el velcro, una de los mayores hallazgos del mundo moderno-, diseñaron un bolígrafo “con corazón” ¿os suena el eslogan? Esa pequeña maravilla bombeaba la tinta, estuviese en la posición que estuviese.

Los rusos, en ese pulso espacial frenético que sostuvieron, también tropezaron con la misma piedra. ¿Cómo lo solucionaron, teniendo, según parece, menos presupuesto? Muy sencillo: utilizaron un lápiz.

Y es que el lápiz es, probablemente, la herramienta artística por excelencia, capaz de llevarnos cogidos de su mina a cualquier territorio.

Podemos comprobarlo en la exposición de Rubén Villagrasa que se muestra estos días en el Hospital de Santiago de Úbeda.

Fijaos qué sencillo y, a la vez, qué intenso: elige el artista un lugar en el espacio de su papel –que, además, no es un papel cualquiera: también los papeles proponen ideas y sensaciones-, y posa la punta de su lápiz para dar a luz a un punto inquieto y decidido. Éste comienza su camino trazando una línea recta en su avance preciso. Y, en un momento dado, quizá sin que se sepa exactamente por qué, el lápiz se detiene, elige otro punto y vuelve a comenzar una y otra vez, incansable.

Como un mantra mil veces repetido, la línea que nace y se para, que se coloca un poco más lejos e la primera, un poco más inclinada que la anterior, comienzan a convocar ecos y resonancias de espacio. Y comienzan a aparecer superficies que se entrelazan en un tapiz de recodos y recovecos por los que la mirada que todo lo seguía atenta, juega a entrar y a salir, a perderse y a encontrarse. Tejido, laberinto, tela de araña, poco importa. Lo increíble es cómo la labor callada y concentrada fuerza los límites de lo que va existiendo conforme se lo crea.

Y como los personajes de una novela que, ante la mirada estupefacta del escritor que los ideó, llega un punto en que se independizan y actúan de un modo insospechado pero inevitable, así el papel cede a las presiones cambiantes del lápiz, a sus gruesos caprichosos y a su rigor en lo imprevisto.

Y como la gota que horada la piedra; como el líquen que cubre esa misma roca y la envuelve con su red creciente de óxidos, va cambiando la obra de arte nuestra mirada paciente haciendo crecer en ella el gusto por la pausa o el devaneo.

Porque como bien sabía N’gué N’domo, la única manera interesante de hacer ruta es la de prolongarla perdiéndose a través de lugares inexistentes hasta el encuentro de nuestro paso con la ayuda voluble de esa aguja afilada entre puntos cardinales que es un lápiz curioso.

Nono Granero

Laberintos: 20 dibujos y 4 pinturas de Rubén Vilagrasa Valero. Hospital de Santiago de Úbeda, del 2 de diciembre al 9 de enero

viernes, 10 de diciembre de 2010

Wisky doble.

Completamente borracho, como siempre, Johan Balbuena deja a su mujer sola en casa y se marcha a la calle en busca de una nueva copa. Después de cinco, tomadas al tuntún en bares medianeros, se aventura en terrenos un poco alejados donde sabe que sirven licores bendecidos por los beodos más eximios. Johan Balbuena se tambalea por la acera, la vista se le nubla y todo lo ve doble. Ve doble los automóviles, los árboles, los viandantes. A cuatro pies, a cuatro manos, Johan Balbuena alcanza la doble puerta del local, se acerca a la doble barra y se sienta en el doble taburete.
-Whisky doble –le pide al camarero doble.
Se lo bebe de un trago y antes de pedir el segundo echa un vistazo a la parroquia: Borrachos de primera fila, putas de mediana edad y parejas de tercera categoría. Allá al fondo, por ejemplo, sentados en un sofá de terciopelo rojo, Johan Balbuena ve a un hombre y a una mujer, haciéndose arrumacos, ella le mordisquea la oreja, él seguramente le pone en la suya sílabas de fuego. Parpadea Johan Balbuena intentando despegarse de la cogorza, abre los ojos y se da cuenta que aquella mujer es su esposa. Parpadea de nuevo, mira de nuevo, hace de nuevo un intento de aclararse las ideas, pero en ese momento el camarero doble le coloca el whisqui doble y Johan Balbuena pone sus ojos en el vaso doble, lo agarra y vierte el contenido por su gaznate. Cuando coloca de nuevo el vaso en el mostrador y mira hacia la mesa del fondo la pareja ya no está. Se levanta, paga la consumición y también a trompicones recupera la calle. A trompicones alcanza su barrio y su calle, su casa, su escalera, su ascensor, la puerta del piso, el dormitorio, la cama y el interruptor.
-Qué alivio, menos mal- piensa cuando se ilumina la habitación y ve a su mujer placidamente dormida- Se sienta en un lado de la cama y mientras se va desnudando despacio, piensa. – Señor, qué trompa. No puedo seguir así, viéndolo todo doble. Hasta a mi mujer, la pobre, la veo doble ya. Mañana mismo dejo la bebida. Se tumba, apaga la luz, cierra los ojos, deja de ver las cosas doble y antes de dormirse se da cuenta de que aunque haya una doble realidad, verdad no hay más que una.
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Pregunta número 4

Continuamos con la serie de preguntas de RMW-1.015.
Esta semana, además, me permito añadir un enlace que encontré después de recibirla, que reflexiona sobre el arte digital y amplía nuestras referencias disponibles antes de aventurar una respuesta.
Podéis ver el artículo pinchando aquí.
RMW-1.015 y Nono Granero

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Arañas y pájaros.

Miro desde la ventana a los gorriones inflando las plumas ante el frío que llega. Vecinos desde siempre, creemos conocerlos, saber cómo son. Pero, ¿cuántos de nosotros distinguiríamos al macho de la hembra? ¿Cuántos de nosotros advertimos el cambio de plumaje del invierno a la primavera?

Pienso en pájaros mientras pienso en arte, inducido quizá por las cosquillas que me provocan las plumas en las salas escasas de exposiciones, y pienso en estos vecinos que de tan conocidos, de tan vistos, de tan sabidos, resultan en realidad invisibles. Pongo un ejemplo:

Yo pensaba este verano pasado que sabía quién era Otelo. Y me bastó leerme el texto, obligado por un curso en el que lo íbamos a trabajar, para darme cuenta de que no era así. Pasaba página tras página y no paraba de sorprenderme lo mezquino de Yago, lo atroz de su maquinación, lo taimado de sus manejos. Una y otra vez me entraban ganas de intervenir para aclararle al engañado lo que veía y advertirle de lo que descaradamente tejía ese tipo sin conciencia lleno de mala leche revestida en envase de dulce.

Luego, acabada la obra, me entró la duda: ¿yo sabía entonces quién era Hamlet? ¿Por qué Lear perdía su reino? ¿Debería comprender a Coriolano? Me di cuenta entonces, enlazando lectura tras lectura, de que hablamos a veces de esos hitos gigantes de la historia del arte o la cultura como podríamos hacerlo de la montaña que vemos a lo lejos en el atardecer y de la que sabemos su nombre sin haber caminado nunca sus senderos.

Por eso vengo a proponeros un vuelo fuera de las jaulas, que nos acerque, gracias a la magia a veces simpática de ese invento que es Internet, a observar de cerca y a nuestro capricho una de esas obras que uno cree conocer hasta que tiene la ocasión de recorrerla en su totalidad, aunque sea virtualmente.

Apuntad la dirección que me envió Guadalupe (a quien, por cierto, aprovecho para dar las gracias desde aquí):

http://www.vatican.va/various/cappelle/sistina_vr/index.html

Podremos aquí contemplar la Capilla Sixtina, sin aglomeraciones, girando la cabeza como un torcecuello y elevándonos hacia cualquier rincón para verlo detenidamente desde cerca, parados en el aire como un colibrí.

Disfrutaremos así del verdadero alarde de genio en la creación de posturas y figuras, de su disposición casi medieval en el aprovechamiento de los huecos de una arquitectura fingida, de las raíces iconográficas revisadas y sobre las que se erigieron las nuevas imágenes, y, sobre todo, de la inigualable riqueza a que el amor por la representación de los cuerpos lo llevó en volandas. Escorzos para un Jonás que desconocía, ignudi que se vuelcan y se retuercen sobre sí mismos, medallones que proponen enigmas nuevos que resolver en lo que antes parecía familiar y controlado.

Os invito, ya que el tiempo es malo para la ornitología en campo abierto, y ya que, aunque me encantan las aves, nunca me gustó una jaula, a volar libremente cerca del techo de la Sixtina, descubriendo a vista de pájaro esas cosas tan sabidas que, quizá por eso mismo, resultan, al final, desconocidas.

Nono Granero