Completamente borracho, como siempre, Johan Balbuena deja a su mujer sola en casa y se marcha a la calle en busca de una nueva copa. Después de cinco, tomadas al tuntún en bares medianeros, se aventura en terrenos un poco alejados donde sabe que sirven licores bendecidos por los beodos más eximios. Johan Balbuena se tambalea por la acera, la vista se le nubla y todo lo ve doble. Ve doble los automóviles, los árboles, los viandantes. A cuatro pies, a cuatro manos, Johan Balbuena alcanza la doble puerta del local, se acerca a la doble barra y se sienta en el doble taburete.
-Whisky doble –le pide al camarero doble.
Se lo bebe de un trago y antes de pedir el segundo echa un vistazo a la parroquia: Borrachos de primera fila, putas de mediana edad y parejas de tercera categoría. Allá al fondo, por ejemplo, sentados en un sofá de terciopelo rojo, Johan Balbuena ve a un hombre y a una mujer, haciéndose arrumacos, ella le mordisquea la oreja, él seguramente le pone en la suya sílabas de fuego. Parpadea Johan Balbuena intentando despegarse de la cogorza, abre los ojos y se da cuenta que aquella mujer es su esposa. Parpadea de nuevo, mira de nuevo, hace de nuevo un intento de aclararse las ideas, pero en ese momento el camarero doble le coloca el whisqui doble y Johan Balbuena pone sus ojos en el vaso doble, lo agarra y vierte el contenido por su gaznate. Cuando coloca de nuevo el vaso en el mostrador y mira hacia la mesa del fondo la pareja ya no está. Se levanta, paga la consumición y también a trompicones recupera la calle. A trompicones alcanza su barrio y su calle, su casa, su escalera, su ascensor, la puerta del piso, el dormitorio, la cama y el interruptor.
-Qué alivio, menos mal- piensa cuando se ilumina la habitación y ve a su mujer placidamente dormida- Se sienta en un lado de la cama y mientras se va desnudando despacio, piensa. – Señor, qué trompa. No puedo seguir así, viéndolo todo doble. Hasta a mi mujer, la pobre, la veo doble ya. Mañana mismo dejo la bebida.
Se tumba, apaga la luz, cierra los ojos, deja de ver las cosas doble y antes de dormirse se da cuenta de que aunque haya una doble realidad, verdad no hay más que una.
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.
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