domingo, 14 de febrero de 2010

Historia de amor con máscara.


Qué fea era Daniela, la jodía. Ay Daniela, Daniela, Daniela. Enclaustrada por fuerza de su fealdad, Daniela bisoja y cejijunta, Daniela eterna suspirante de segundos, Daniela en casa, puertas cerradas, ventana entreabierta, leyendo novelas de amor, esperando cada año la llegada del carnaval, la oportunidad, la única oportunidad de poner los pies en la puerta de la calle, con su máscara de porcelana, mezclarse así entre el gentío sin que nadie la sospechara, acercarse así a los mozos, insinuarse así y hablarse así, tocarse tal vez así. Ay Daniela, ya en la calle, el último día, a ritmo de charanga, careta en rostro, caderas poderosas, risa contagiosa. Viene un muchacho hacia ella también disfrazado, con la cara tapada, le habla y el susurro de sus palabras con la cadencia de la solfa, la atonta, la calienta, la embriaga. Ay Daniela ya en los brazos del macho, en el cuarto del hotel, desnudándose deprisa, pero… ¡quietos, las máscaras no, las máscaras no! …entreguémonos al amor con el rostro cubierto y el cuerpo despojado, por favor. ¿Así?... Así, el carnaval en la calle, la carne en la cama, exhaustos los dos embozados de porcelana y sudor, culminan el acto y se quedan dormidos. Al rato Daniela se despierta y piensa en irse de allí cuanto antes, sin hacer ruido, pero le puede la curiosidad, y aprovecha que el muchacho duerme para quitarle la máscara. Que feo es el jodío, seguramente más feo todavía que ella, bisojo y cejijunto, verruga y alforza. Ay Daniela que sonríe y que siente que acaba de encontrar al hombre de su vida, que “fea con feo feliz me veo” y ya no quiere irse, sólo desea seguir abrazada a aquel pedazo de feo. Ya no teme, se quita la máscara y se duerme otra vez sobre el pecho de su hombre. El hombre se despierta luego y descubre horrorizado que la máscara se le ha caído mientras dormía, ¿lo habrá visto ella? No, por Dios. Se levanta en silencio, se viste rápido, no vaya a ser que ella se despierte y lo vea así, a careto descubierto. Antes de salir, ya en la puerta del cuarto, le echa un último vistazo lánguido a la mujer que duerme bocabajo. Suspira y se marcha. Daniela despierta luego y busca a su feo por las cuatro esquinas de la cama pero no lo encuentra, se le ha ido. Vaya. Se entristece, recoge sus cosas, se viste, se coloca la máscara y sale a la calle cuaresmal de la misantropía. Ay Daniela, Daniela, Daniela, la que siempre se consuela. Bah, en cuatro suspiros volverá el Carnaval. El tiempo vuela. __________________________________ Luis Foronda.- Dibujo de Nono Granero.-

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