lunes, 8 de febrero de 2010

El hombre que camina

Viene un hombre caminando por la acera de Seymour Street. Sin sombrero y sin paraguas, con la frente despejada y dispuesta contra la lluvia. Tan alto y tan delgado, mermando su desgarbada apariencia con la elegancia de sus pasos que apuntan a un lugar indeterminado, y que sin embargo, son pasos que huyen, pasos desvanecidos en la niebla de la culpa. El hombre que camina, como todos los hombres que caminan, arrastra, tras su paso firme, una historia oscura de bronce fundido. El hombre que camina regresa de la suite del hotel Ascott, en la que acaba de asesinar a su esposa Pauline Parker y al amante de ésta, el multimillonario escocés Jonh Shalmon, heredero de una enorme fortuna y poseedor de una de las más valiosas colecciones de pintura y de escultura del mundo. Pauline Parker abandonó hace dos semanas al hombre que camina y se lanzó a los brazos del multimillonario en un mismo parpadeo. Pauline Parker no aguantó aquel matrimonio de penurias, ni la vida miserable que llevaban, ni la grisácea perspectiva de un marido pobre y en paro. Prefirió los placeres del lujo y del arte. Hoy, el hombre que camina, en un arrebato de siderurgia, se ha presentado en el nido de amor de su esposa y del millonario escocés y ha disparado su arma contra ellos, dejándolos muertos sobre las sábanas de seda. El hombre que camina regresa ahora por Hyde Park. Atraviesa los jardines bajo la lluvia y el suelo se le va pegando a su conciencia. De repente sus pies se quedan atrapados en el barro, como en un mal sueño. El barro luego se vuelve bronce, paso estático y eterno. Y así, cautivo en la eternidad del espacio y del tiempo, el hombre que camina, es hecho prisionero y llevado por dos guardias a Sotheby’s, donde, en una puja sin precedentes, es vendido a un comprador misterioso por la nada desdeñable cantidad de sesenta y cinco millones de libras. ___________________ Luis Foronda.- ____________ Dibujo de Nono Granero.

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