lunes, 26 de octubre de 2009

Historia introductoria del sábado 24 de Octubre

Una hora más. El hombre alarga el brazo y apaga el despertador. Bosteza un poco y abre los ojos. Se recoloca debajo de la manta y se da cuenta de que es domingo por la mañana y de que durante la madrugada han cambiado la hora y que en realidad es una menos de la que marca el reloj. Una hora extra, piensa, una hora que podría utilizar en ordenar su vida, en lavar las ideas, tal vez en ordenar los papeles del corazón, en limpiar el trastero de sus sueños o en pintar la puerta de su desazón. Una hora regalada por el calendario para dedicarla a algo útil. Útil de verdad. Una hora extra para ordenar la base de datos de sus sueños, priorizar los deseos en el disco duro, borrar los disgustos y grabar los gozos. Bosteza de nuevo y gira la cabeza…, ahí está ella, la chica hermosa, la chica de la tienda de informática a la que sedujo la noche anterior, la amante apenas conocida, durmiendo a su lado con una placidez de apremiante inocencia. Le acaricia la cabeza, y luego vierte sobre ella un reguero de arrumacos y de susurros, que la despiertan. Ella lo mira, sonríe y se deja arrastrar por la corriente. Una hora extra, piensa nuestro hombre, mientras se pierde en el vahído de vahos y de besos. Y después de una hora entera de optimizaciones binarias, se acoplan software y hardware sobre las sábanas, con emoticonos de sonrisas en las bocas. Luego la chica se levanta y nuestro hombre piensa en saltar definitivamente de la cama para ponerse a trabajar seriamente en su futuro, así que cierra los ojos y se queda dormido una hora más. -------------------------------------------- Luis Foronda.

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