jueves, 28 de octubre de 2010

Introducción a las Preguntas de un Robot

Hoy vamos a comentar una iniciativa muy curiosa en la que, afortunadamente, tengo el gusto de participar.

A nadie se le escapa la importancia de las últimas tecnologías en nuestra vida, a todos los niveles. A mí me interesa especialmente el campo de la Inteligencia Artificial y los Modelos Psicotecnológicos que constantemente investigan y proponen estructuras paralelas que emulen nuestro cerebro, con la intención de comprender mejor cómo se construye el conocimiento en un individuo.

Cuando hablamos de IA y de Robots, como es este caso, casi todos nos imaginamos antropoides metálicos capaces de realizar de manera perfecta e infalible lo que a los seres humanos nos puede llevar más tiempo y esfuerzo. Pero la realidad es que las cosas van más despacio de lo que a los aficionados a la ciencia-ficción nos gustaría. Y os pongo el ejemplo en el que trabajamos para ilustrarlo.

La Universidad Algebraica Internacional de Noruega y la Politécnica Mecánica de Alburquerque, colaboran desde hace poco más de un año en un proyecto para la construcción de un robot inteligente.

El RWM-1.015 (que es el verdadero y frío nombre del robot), está siendo, digamos, “educado”, en un experimento que pretende esclarecer cómo se articula el conocimiento de ese cúmulo de saberes, ideas, y experiencias colectivas que llamamos cultura en la mente de un individuo.

Lo más interesante y curioso del caso es que el Robot, que venía alimentándose pasivamente de datos, en un momento determinado del programa ha comenzado a realizar preguntas.

A mí me envían –y esa es la pequeña colaboración de que hablaba-, las que formula relativas al campo de las artes visuales, en un sentido bastante amplio. Y como considero que resulta bastante interesante comprobar cómo se ve el mundo con ojos nuevos, aunque sean de silicio y sin pupilas, he pensado compartir, dentro de esta Balda del Arte, algunas de esas preguntas.

No tengo la pretensión de responderlas aquí. Pero considero que cada uno de nosotros, al escucharla (o leerla) podrá reparar en pequeñas cuestiones que, quizá por la inercia que nos proporciona nuestro propio saber establecido y nuestra inercia en la mirada sobre el mundo, no habríamos advertido de otra manera.

Queda abierta, sin embargo, la puerta, a cualquier comentario al respecto, si es que a alguien le apetece hacerlo, en el canal que nos brinda este blog.

Y si no fuera así, siempre podremos compartirla tomando un café con cualquier amigo o con cualquier conocida en la mesa de algún bar que no tenga la televisión demasiado alta.

Por cierto: para conocer la pregunta, tendrás que pinchar en el vídeo de arriba, si es que no lo has hecho ya.

Nono Granero y RWM-1.015

martes, 26 de octubre de 2010

Siempre tarde

Hola. Después de tres meses de abandono veraniego, hago clik en el interruptor, se ilumina el blog de “La Librería” y asomo la cabeza entre las baldas, expectante y un poco pesaroso. En fin. Gracias por esperar y perdón por la tardanza. Lo siento. Siempre llego tarde. Mi concepción ya fue tardía y el primer retraso de mi vida ocurrió el mismo día de mi nacimiento. Llegué casi dos semanas después de lo previsto. Allí, la partera impaciente, mi madre mucho más y yo sin querer despedirme de la placenta de la felicidad. No lo entiendo. Ustedes ya me conocen, joder. Soy persona diligente, avispada y circunspecta, digestiva, comprimida, efervescente. Por eso no me explico esta rémora de mi existir, este sin vivir de la llegada tarda. Al colegio, a la confesión, a la ostia, al rezo, a los granos, a la primera cita, al sexo, a la segunda cita, a la boda, a todas las citas, a todos los hijos, a la última reunión, a la penúltima suplencia. Es imposible, y lo intento de verdad. Ajusto los relojes, me anticipo al caminar patológico del segundero, le marco las distancias, pero ni por esas. Se quedan mis patitas rezagadas en “lapsus tempo” de los que ni siquiera soy consciente. Y a estas alturas de mi vida, sólo puedo pensar si estaré llegando tarde a mi propia muerte, si la dama negra llevará mucho tiempo esperándome, si se cansará de hacerlo y se marchará del andén en el que me aguarda, si tendrá el aguante suficiente o si habré que resignarme, en cambio, a vagar eternamente por el mundo de los dioses rezagados. No lo sé. Espero encontrar pronto la respuesta. Tengan paciencia.
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Fantasía, dibujo y realidad

Comencemos esta nueva temporada con un sencillo experimento de creación de formas, como corresponde a esta Balda del Arte: Tómese por los extremos una cinta de cartulina rectangular. Gírese una de las manos 180º y únanse los bordes de la tira. Obtendremos un objeto muy particular que se conoce como banda de Moebius, y que tiene la particularidad de no tener más que una cara, aunque parezca lo contrario.

Para comprobarlo, pasen el dedo recorriendo la superficie y se darán cuenta de que no encontrarán obstáculos para seguir haciéndolo de aquí a Navidad, a no ser el hambre de las dos de la tarde o una contractura provocada por el movimiento incesante.

¿Arte, entonces, o matemáticas? Dejemos a August, el matemático, y quedémonos con el artista para comentar una exposición que no veremos: la que se inauguró el 10 de Octubre en París con el título , “Moebius-transe-forme” alrededor de la figura de Moebius.

Para quienes no lo conozcan aquí –en Francia es una institución-, lo presentaremos. Su nombre real es Jean Giraud. Es dibujante de cómics y algo más. Como Gir firma las obras de la serie “El Teniente Blueberry”, de corte clásico y aventurero, ambientadas en el salvaje oeste.

Pero es bajo el apodo de Moebius cuando descubrimos su trayectoria más personal. Inolvidables las colaboraciones con Alejandro Jodorowsky (“El Incal” es una obra maestra necesaria en cualquier biblioteca de aficionado al tebeo), y sus divagaciones más personales, a lomos de extravagantes personajes que deambulan explorando las viñetas casi al mismo tiempo en que son dibujados, como el Mayor Grubert, Arzak, e incluso él mismo.

Con Moebius, descubrí en las páginas de Metal Hurlant, que se publicaba en los años 80 en España, cuando las revistas de cómics estaban en estimulante ebullición, verdades que ahora parecen obvias: que el cómic es –probablemente junto con el títere- uno de los espacios de creación que mayor número de influencias y disciplinas puede recoger de un solo golpe de cubilete. Pero también que el artista –y vaya si lo es Moebius-, ha de poseer coraje y desprejuicio, valentía y descaro parejos a su pericia, sus ideas y su técnica.

Viendo a John Difool cambiar de aspecto de una viñeta a otra, no sólo por efecto de las perspectivas o los ángulos, sino por el manejo inagotable y variado de soluciones gráficas, uno se daba cuenta de lo importante de la forma para conseguir una función expresiva concreta. Y en sus líneas incansables, en sus tramas siempre constructivas, emergían las figuras de un mundo nuevo, futuro y posible, como plantas espeluznantes creciendo desmesuradamente en un desierto de soles multiplicados.

Y en mitad de ese dibujo orgánico, vibrante y carnal, aparecían trazos de una limpieza geométrica, reflejos fríos de recta limpia y quebrada, que provocaban por contraste sensaciones pseudomísticas en mitad de la lectura.

Hoy, casi todos los tebeos han cambiado de nombre y prefieren el término más serio de “novela gráfica”. Y yo no digo que esté mal elegido. Pero viendo cómo pesa sobre los autores, y, en particular, sobre unas historias que no hacen sino girar en torno a lo cotidiano –aunque, por otra parte, quizá sean necesarios en estos tiempos los ojos de un autor para ver la verdad de lo que ocurre a nuestro alrededor-, yo disfruto con placer los devaneos de Moebius .

Porque aunque parezca, como la cinta, tener dos caras, aprovecha la de su inagotable fantasía para hablar, en el mismo recorrido, de esa búsqueda de uno mismo a que se enfrentan juntos en cualquier obra, sea del género que sea, público y autor.

Nono Granero

“Moebius-transe-forme”. París, Fundación Cartier para el Arte Contempóraneo.