martes, 26 de octubre de 2010

Siempre tarde

Hola. Después de tres meses de abandono veraniego, hago clik en el interruptor, se ilumina el blog de “La Librería” y asomo la cabeza entre las baldas, expectante y un poco pesaroso. En fin. Gracias por esperar y perdón por la tardanza. Lo siento. Siempre llego tarde. Mi concepción ya fue tardía y el primer retraso de mi vida ocurrió el mismo día de mi nacimiento. Llegué casi dos semanas después de lo previsto. Allí, la partera impaciente, mi madre mucho más y yo sin querer despedirme de la placenta de la felicidad. No lo entiendo. Ustedes ya me conocen, joder. Soy persona diligente, avispada y circunspecta, digestiva, comprimida, efervescente. Por eso no me explico esta rémora de mi existir, este sin vivir de la llegada tarda. Al colegio, a la confesión, a la ostia, al rezo, a los granos, a la primera cita, al sexo, a la segunda cita, a la boda, a todas las citas, a todos los hijos, a la última reunión, a la penúltima suplencia. Es imposible, y lo intento de verdad. Ajusto los relojes, me anticipo al caminar patológico del segundero, le marco las distancias, pero ni por esas. Se quedan mis patitas rezagadas en “lapsus tempo” de los que ni siquiera soy consciente. Y a estas alturas de mi vida, sólo puedo pensar si estaré llegando tarde a mi propia muerte, si la dama negra llevará mucho tiempo esperándome, si se cansará de hacerlo y se marchará del andén en el que me aguarda, si tendrá el aguante suficiente o si habré que resignarme, en cambio, a vagar eternamente por el mundo de los dioses rezagados. No lo sé. Espero encontrar pronto la respuesta. Tengan paciencia.
Luis Foronda.
Dibujo de Nono Granero.

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