Al revisar el dinero de su cartera, Felón Artero descubrió que el único billete de 50 euros que llevaba era completamente falso. Tan completamente falso que se notaba al kilómetro, tal era su tosquedad, obscena e hiriente, una burda fotocopia, vamos, coloreada tan chapuceramente que sólo a un estúpido como a él se la colarían. Ya imaginaba la risa contenida del alma innoble que lo había puesto en su mano, la del bandido malicioso que lo había deslizado disimuladamente hasta sus dedazos torpes aprovechando un descuido, articulando en el despiste una artimaña de palabras a modo de escudo. -“Ah, qué idiota – pensó – el mundo está lleno de falsedad”. Dejó al billete que durmiera el sueño de los tontos hasta que le apremió la necesidad y decidió deshacerse de él. -“El mundo está lleno de falsedad …y de estúpidos”, se dijo. Y era necesario encontrar a otro, en la medida de lo posible, tan estúpido como él. -“Mira Antoñita, la cajera del supermercado, que es muy guapa sí, pero no muy despierta, que toma el dinero sin mirarlo, aturdida con tanto pí-pí-pí y tanto código de barras”.
Nervioso, pero decidido, Felón Artero se fue al supermercado, cogió una botella de vino y se acercó a la caja. Saludó ladinamente a Antoñita la cajera y dejó caer el billetajo. Ella lo tomó y mirándolo a los ojos muy fijamente, le devolvió cuarenta y cuatro euros, en cuatro monedas sueltas y dos billetes de veinte. Alegre, Felón Artero se fue a su casa. El contento le duró hasta que comprobó que los dos billetes de veinte euros eran completamente falsos. –“Dios, hay más falsedad en el mundo de lo que yo pensaba”. Regresó al supermercado con la intención de arrojarle a la cara los dos billetes a Antoñita la cajera, pero es que su cara era tan bonita, que al verla, así, a media distancia, tan frágil, se guardó el dinero, se acercó a ella y la invitó a cenar. En el restaurante Las Flores, todo era artificial, la mesa de formica, el vino de garrafa y las flores de plástico. No les importó, la carne de bote se mezcló con las palabras caducadas y el vino corrió generoso por sus gaznates. Les atendió un camarero cejijunto y cuellicorto, al que a la hora de pagar la cuenta, le endosaron los dos billetes falsos de veinte euros. Peleones de vino y borrachos de deseo, se fueron para la casa de Felón Artero. Después de una noche de pasión, Felón Artero se despertó un poco desconcertado, muy resacoso y bastante contento. “¡Ah! Lo único verdadero que existe en el mundo es el amor”, pensó. Luego giró la cabeza y comprobó aterrado que, en realidad, había pasado la noche con el camarero cejijunto y cuellicorto del Restaurante Las Flores. ______________________________
Luis Foronda.- _______________ Dibujo de Nono Granero.
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