-Silencio,
motor, cámara, ¡acción! : ... La noche silenciosa se interpuso de nuevo
entre los dos. El silencio se colaba entre las sábanas abriendo un precipicio
lleno con las palabras que durante el día ninguno pronunció. Hubo un instante
en que el silencio del cuarto se hizo tan insoportable que se transformó en un
grito ahogado de espanto y se
estremecieron las cuatro esquinas de la cama en la que ambos dormían,
pero solamente ella se despertó. Abrió los ojos y se le quedaron los sueños
pegados a las pupilas del fracaso. La
respiración profunda de su marido le dio en la cara, convirtiéndose en un soplo
infectado de secretos que a ella le hería en los ojos desvelados y se mezclaba
con sus lágrimas. Estuvo llorando un rato sobre la almohada, casi sin querer,
intentando encontrar los motivos que les habían llevado a aquel estado: Su
matrimonio era un hermoso barco a la deriva. Sí, seguramente todavía se
querían, pero con el paso de los años se habían dejado arrastrar por una
tristeza permanente, como la corriente
oscura de un río y así se hundían cada día y cada noche un poco más, sin hacer nada, impotentes, como si
hubieran sido víctimas de algún brebaje extraño que adormecía los rincones más
oscuros de sus impulsos. Y permanecían así, abandonados al silencio, a la rutina, esperando el milagro, con una
indolencia extrema.
Ella
miró el reloj de la mesilla de noche, acababan de dar las tres, esa hora
imprecisa en la que todo lo real se desvanece y vagan a su antojo las penas sin
remedio de los insomnes. Dio varias
vueltas sobre la cama pero no logró volver a dormirse, así que decidió
levantarse. En el salón la mujer se echó sobre el sofá y encendió el televisor.
Miró con apatía la programación nocturna. Vagó de un canal a otro intentando
encontrar alguno que la adormeciera lo suficiente y cuando ya volvía a cerrar
los ojos le llamó la atención un anuncio: A aquella hora alguien pregonaba las
maravillosas prestaciones de una nueva televisión de pago. Por una módica cuota
mensual el abonado podía volver a ver en la
pantalla los momentos más hermosos de su vida, elegir el día en el que
fue verdaderamente feliz y volver a visionarlo una y mil veces, hacia adelante, hacia atrás o detenerse tal
vez en aquel instante glorioso que se le quedó marcado en el corazón. Ella en
seguida recordó todos los momentos que había vivido junto al hombre que ahora dormía en la
habitación de al lado. Recordó su primer beso, sus primeras caricias, tan
torpes y tan sinceras y todas aquellas promesas de amor eterno, la boda, el
viaje de novios, la nueva casa, las cosas más simples y también las más
hermosas que van llenando la vida de
cualquiera.
Necesitaba
revivir lo que en su cabeza sólo eran recuerdos. Quiso abonarse a aquel canal
de televisión, deseó que amaneciera, llamar al número de teléfono que
parpadeaba en la pantalla y así resucitar los días más felices de su vida, como
una forma estúpida, ficticia, pero necesaria, de no olvidarlos.
Entró
entonces por la ventana un murmullo de esperanza en forma de canción: “No es la
flor de tu sonrisa lo que prefiero, sino tu boca segura que habla sin miedo”.
Con ese
deseo se quedó dormida sobre el sofá. Por la mañana, cuando se despertó, fue a
contarle a su marido lo que había visto anunciar aquella noche en la
televisión, pero él ya se había ido a trabajar. Dio igual porque ahora,
completamente despierta, dudó sobre la posibilidad de haberlo soñado, así que,
con gesto anodino, extendió sobre el pan los deseos imperiosos de la noche
anterior y se los fue desayunando.
La
miserable luz de la mañana se coló por los cristales de la cocina anunciando
otro día de silencio. El sabor del café le dejó un extraño amargor en la
garganta, suspiró dejando la mirada perdida en un negrísimo punto, en ese mismo
punto donde vive la desgracia.
Tarareó
después: “...vale más un solo beso que mil palabras, pero también tus labios me
besan si tu me hablas” ... y enmudeció de nuevo.
- ¡Corten!
No ha valido, lo repetimos de nuevo: Silencio, motor, cámara, ¡acción!: …La noche
silenciosa se interpuso de nuevo entre los dos. El silencio se colaba entre las
sábanas abriendo un precipicio lleno con las palabras que durante el día
ninguno pronunció…