domingo, 15 de diciembre de 2013

La noche silenciosa

           -Silencio, motor, cámara, ¡acción! :  ... La noche silenciosa se interpuso de nuevo entre los dos. El silencio se colaba entre las sábanas abriendo un precipicio lleno con las palabras que durante el día ninguno pronunció. Hubo un instante en que el silencio del cuarto se hizo tan insoportable que se transformó en un grito ahogado de espanto y se  estremecieron las cuatro esquinas de la cama en la que ambos dormían, pero solamente ella se despertó. Abrió los ojos y se le quedaron los sueños pegados a las pupilas del fracaso.  La respiración profunda de su marido le dio en la cara, convirtiéndose en un soplo infectado de secretos que a ella le hería en los ojos desvelados y se mezclaba con sus lágrimas. Estuvo llorando un rato sobre la almohada, casi sin querer, intentando encontrar los motivos que les habían llevado a aquel estado: Su matrimonio era un hermoso barco a la deriva. Sí, seguramente todavía se querían, pero con el paso de los años se habían dejado arrastrar por una tristeza permanente,  como la corriente oscura de un río y así se hundían cada día y cada noche un poco  más, sin hacer nada, impotentes, como si hubieran sido víctimas de algún brebaje extraño que adormecía los rincones más oscuros de sus impulsos. Y permanecían así, abandonados al silencio,  a la rutina, esperando el milagro, con una indolencia extrema.
Ella miró el reloj de la mesilla de noche, acababan de dar las tres, esa hora imprecisa en la que todo lo real se desvanece y vagan a su antojo las penas sin remedio de  los insomnes. Dio varias vueltas sobre la cama pero no logró volver a dormirse, así que decidió levantarse. En el salón la mujer se echó sobre el sofá y encendió el televisor. Miró con apatía la programación nocturna. Vagó de un canal a otro intentando encontrar alguno que la adormeciera lo suficiente y cuando ya volvía a cerrar los ojos le llamó la atención un anuncio: A aquella hora alguien pregonaba las maravillosas prestaciones de una nueva televisión de pago. Por una módica cuota mensual el abonado podía volver a ver en la  pantalla los momentos más hermosos de su vida, elegir el día en el que fue verdaderamente feliz y volver a visionarlo una y mil veces,  hacia adelante, hacia atrás o detenerse tal vez en aquel instante glorioso que se le quedó marcado en el corazón. Ella en seguida recordó todos los momentos que había vivido  junto al hombre que ahora dormía en la habitación de al lado. Recordó su primer beso, sus primeras caricias, tan torpes y tan sinceras y todas aquellas promesas de amor eterno, la boda, el viaje de novios, la nueva casa, las cosas más simples y también las más hermosas que van  llenando la vida de cualquiera.            
Necesitaba revivir lo que en su cabeza sólo eran recuerdos. Quiso abonarse a aquel canal de televisión, deseó que amaneciera, llamar al número de teléfono que parpadeaba en la pantalla y así resucitar los días más felices de su vida, como una forma estúpida, ficticia, pero necesaria, de no olvidarlos.
Entró entonces por la ventana un murmullo de esperanza en forma de canción: “No es la flor de tu sonrisa lo que prefiero, sino tu boca segura que habla sin miedo”.
Con ese deseo se quedó dormida sobre el sofá. Por la mañana, cuando se despertó, fue a contarle a su marido lo que había visto anunciar aquella noche en la televisión, pero él ya se había ido a trabajar. Dio igual porque ahora, completamente despierta, dudó sobre la posibilidad de haberlo soñado, así que, con gesto anodino, extendió sobre el pan los deseos imperiosos de la noche anterior y se los fue desayunando.  
La miserable luz de la mañana se coló por los cristales de la cocina anunciando otro día de silencio. El sabor del café le dejó un extraño amargor en la garganta, suspiró dejando la mirada perdida en un negrísimo punto, en ese mismo punto donde vive la desgracia.
Tarareó después: “...vale más un solo beso que mil palabras, pero también tus labios me besan si tu me hablas” ... y enmudeció de nuevo.

- ¡Corten! No ha valido, lo repetimos de nuevo: Silencio, motor, cámara, ¡acción!: …La noche silenciosa se interpuso de nuevo entre los dos. El silencio se colaba entre las sábanas abriendo un precipicio lleno con las palabras que durante el día ninguno pronunció…